Papito abre de par en par su tremendo culo de machote para recibir doble rabo sin condón de Tommy Dreams y Martin | Tim Tales
Papito 3 some
Pijas del mundo, uníos. A Papito no le hizo falta viajar para ver cómo tenían las mingas los tios de otros lugares y se dio cuenta de que en todas partes había hombres muy bien dotados, que se bajaban los calzones y te daban una buena sorpresa. Alegría para la vista y para su boca esas dos largas pollas que tenía ahora encima de la cara, los veintitrés centímetros de barra francesa con capuchón de Tommy Dreams y otros tantos del trabuco descapullado ucraniano de Martin.
Duras, largas, venosas, inquietas, esos dos buscaban el hueco de su boca, las caricias que brindaba su lengua y Papito sólo podía hacer que chuparlas y mirar a sus dueños a los ojos mientras lo hacía con mucho cariño, mientras el ojete del culo se le iba abriendo solo y se convertía en una buena puta come pollas, con las babas del vicio colgando por su barbilla.
Primero uno y luego otro, los dos se iban dando el relevo para follarse su musculoso y grandioso culo de varón, en un principio yendo al camino más fácil, dándole por detrás, fuerte y sin condón, después dándole la vuelta, dejando su cuerpecito de machote musculado abierto de piernas y tapando los agujeros de su boca y su culo con sus enormes pollas.
Papito no podía decidir, no tenía esa capacidad. Los dos le molaban, las dos pirulas eran casi iguales, con contadas diferencias. Si Tommy o Martin le hacían decantar la balanza no podía, por eso invitó a los dos a pasar dentro y follarle a la vez. Se sentó sobre las piernas de Martin ensartándose en su dura tranca, Tommy llegó por detrás y le hincó el diente, tomando el control de la follada, arrastrando su larga polla por encima de la de Martin para tocar fondo.
Dos hombres haciéndole el amor, dos pedazo de rabos metidos dentro de su agujero, al calorcito, bien apretados, a punto de escupir leche por el puto roce vicioso de las vergas en contacto. Cuarenta y séis centímetros de polla retozando dentro de su ano. Mientras se le cerraba auqnue fuera un poco el agujero, les hizo señas para que fueran a deslecharse en su cara. Menudos pajeros y qué bien sabían tocarse la flauta, y deslechar una melodía que se deslizaba sobre el pentagrama de los dedos de sus puños. Y Papito se escuchó las dos melodías enteritas, relamiendo cada nota con pleitesía.