No era algo muy común ver la propuesta de matromonio de una pareja gay en mitad de la calle. Lo grabé todo y luego convencí a los dos novios Adrian Andres y Alfonso Osnaya a ir a mi apartamentos para preguntarles algunas cosas más en relación a sus vivencias. Mi objetivo no era otro que darles una buena suma de dinero por verles completar la luna de miel antes de casarse. La idea de verles desnudos, comiéndose las pollas y follando en mi sofá me ponía cachondo.
Para conseguir mi propósito, dirigí las preguntas hacia el tema del sexo. Siendo tios, sabía que no iban a ser tan remilgados y que con otro hombre se abrirían de par en par para responder y poco a poco entrar en el juego. Para que no lo rechazaran, me ofrecí a pagarles la luna de miel verdadera, con todos los gastos. Al ver sus caras sonrojadas, sus risas nerviosas, cómo se miraban sin decir jamás un no, intuí que era cuestión de tiempo que empezara a documentar su sexualidad.
Empezaron con unos besitos, fuera camisetas y Adrian fue el primero en quitarse los pantalones. Tenía el rabo gordo y durito, como una banana inclinada hacia la izquierda. Me sentí identificado, porque la mía era casi un calco de esa. Me excité al ver a Alfonso acercar la mano al pito y acariciárselo, luego la boca, metiéndose el pene dentro, acariciándolo y sacándolo húmedo entre sus labios.
Por si Alfonso se había olvidado de la cámara, la acerqué a un palmo de distancia para documentar esa mamada, esa lengua ávida jugueteando con el cipote, rodeándolo con sus caricias, poniéndolo más duro todavía. Le pregunté si le gustaba. Obvio que sí. Me regaló algo mucho mejor que una palabra, tragándose el pollote hasta los huevos y dejando a su chico con la mirada en blanco del puto gusto.
Volvió a hacerlo. La cabeza entre los muslos, los labios apretados en los cojones. Se quedó así varios segundos, aguantando la respiración, con la pirula dentro, su novio gimiendo, retorciéndose de placer, agarrándole de la espalda y el cuello intentando que saliera antes de que le creara un problema mayor. Alfonso se desnudó y exigió su recompensa. Andres se inclinó hacia un lado y se llevó a la boca ese pollón parecido al suyo pero bien morenito y algo más largo.
Si de Alfonso me la había puesto dura su sensualidad a la hora de chuparla, de Adrian me encantaba su perfil tragando rabo, esa carita guapa atizándose una buena polla, también cuando se la sacó de la boca y la dejó reposando sobre el vientre de Alfonso, lamiéndosela de los huevos a la punta y vuelta a empezar, acariciándola sin querer con los pelitos revueltos que se le descolgaban del tupé.
Me los llevé a la habitación, a un lugar algo más reducido donde pudieran tener incluso más intimidad. Alfonso no tardó en sentarse sobre las piernas de su chico y clavarse su polla a pelo. El momento fue sublime. Era verdad que esos dos no habían hecho nada entre ellos aún. Lo supe por la forma en la que entró la polla, tan lentamente en ese culito apretado, por las miradas que Adrian le lanzaba a Alfonso, sorprendido por lo ajustada que entraba.
Mi cara detrás de la cámara también era de sorpresa. Estaba grabando a dos chicos haciéndolo por primera vez. Alfonso se ajustó la polla durísima, se relajó acomodando las rodillas, se inclinó posando las manos a cada lado del cuerpo de su novio y empezó a menear el culete. Andres le agarró las nalgas y culeó desde abajo haciéndole rebotar. Ya se lo estaba follando por fin.
Alfonso le porculeó la polla pajeándosela bien rico con el culazo. Esa barra de acero no paraba de perforar sus entrañas y temí por Adrian, que ya tenía los huevos demasiado cerca de la base, a punto de correrse. El tio aguantó su parte. Y digo su parte porque había una segunda que ellos mismos me confesaron antes y es que los dos eran versátiles.
Lo siguiente que grabé con la cámara fue a Adrian sobre la cama a cuatro patas, con su culo redondo y blanquito a disposición y a Alfonso penetrándolo sin condón. Adrian también se atrevió a cabalgar y luego se tumbó de lado en la cama para que su chico le hiciera el amor y la cucharita. Qué delicia ver su cuerpo meciéndose a cada pollazo, sus ojos de enamorado, su polla bien dura restregándose por encima de los pelazos negros de la base del rabo.
Los dos eran buenos dominantes, pero a Alfonso se le ocurrían mejores ideas. Elevó las piernas de su chico dobladas hacia el pecho, le dejó hecho un ovillo y le penetró bombeando su pandero con la pija. Aproveché para preguntarles, si estuvieran en privado, dónde se correrían. Alfonso no lo dudó: dentro de él. Adrian pensó en la cámara, en que quedaría mejor ver los lechazos fuera.
Alfonso se la sacó fuera y empezó a disparar trallazos sobre su chico, corriéndose encima de su torso. Se colocó al lado de Adrian y empezó a darle besitos mientras este se la pajeaba cada vez más rápido. Se cascó un buen pajote dejádose toda la leche en el cipote y en el puño. Si ahora estás viendo y leyendo esto, a Alfonso chupando la polla corrida, relamiendo el semen de su novio, en esta noche de luna de miel adelantada, es porque les ofrecí algo más aparte de que me dejaran documentar ese momento. Vuelo en primera clase.