Alberth Pineda se folla a pelo a Alfonso Osnaya con su largo pollón y le mete un facial que le deja la carita chorreante de lefa | Fucker Mate

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Lo bien que sentaba echase una siesta todo desnudito. Alfonso Osnaya se despertó como nuevo y se metió en el baño para arreglarse antes de salir de fiesta. Al salir, su compañero de piso Alberth Pineda ya le estaba dando otra vez al vicio. No, no precisamente jugando a videojuegos echando una partida al FIFA, sino jugando con otro tipo de mando, su polla.

El tio era un vicioso y se la pelaba por todas partes. Cuando salía con él a tomarse algo, desaparecía con buena compañía en los baños y volvía a aparecer abrochándose la bragueta. Era un bala perdida. Pero menudo pollón tenía. Alucinante. Una tranca del club de los veinte que no sólo brillaba por ser larga, sino por lo gruesa que era, una de esas de las que apetece notar su peso encima de la cara y gozar de su virilidad.

Además Alberth tenía una doble vetiente que pocos conocían. Detrás de sus gafas era un viciosillo que le daba a la paja, pero cuando se las quitaba, se convertía en todo un guaperas con aires de empotrador al que era difícil resistirse. Era adorable, con esas patillas que se fundían con su barbita incipiente, su boca, sus besos, la forma en la que, decidido, sacaba la lengua y te lo lamía todo con ganas antes de sumergirla dentro de ti.

Como si una oleada de placer invadiera su cuerpo desde la nuca hasta los pies, así se sintió Alfonso al probar sus labios. Se la devolvió comiéndoselo a besos, bajando por su cuello, por su pecho, por su ombligo. Le bajó los calzones y descubrió la cosa más maravillosa que había visto nunca, la imagen de una polla larguísima colgando entre sus piernas, ligeramente curvada hacia abajo por la parte de arriba al estar descansando sobre sus huevos, y la polla superaba en longitud a los huevos hasta doblegarlos.

Inclinó la cabeza y, sin usar las manos, le recogió el cipote encapuchado con la boca y se la tragó hasta el fondo ahora que estaba blandita. Dentro de su boca comenzó a ponerse dura. Apretó fuerte las napias contra la base y la sintió creciendo dentro de él, atravesando su garganta. Al sacarla descubrió que empalmada era enorme, gigante, un falo descomunal.

Ni estando dura se resistió a hacerlo de nuevo y lo consiguió, logró tragársela entera de nuevo, todo ese miembro colándose más allá de su campanilla. Al sacarla de su boca, la gigantesca pollaza apuntaba hacia él toda dura, ligeramente curvadita hacia abajo. Pedazo de tranca. Alberth era consciente del tamaño de su verga. Meneó las caderas y propinó a Alfonso unos cariñosos y suaves pollazos en sus mejillas.

Agarró con una mano su cabeza, con la otra le condujo la polla a la boca y se la folló. Alfonso volvió a hacerlo. Le practicó una felación de garganta profunda atragantándose con todo su falo, posando la barbilla en sus cojones. Se quedó unos segundos con ella dentro, llorando de vicio. Alberth bajó a besarle esa boquita mamona, le humedeció los labios con la lengua, se sentó en el sofá y disfrutó de otra deliciosa mamada.

Juguetón, Alfonso se lo pasó de lujo con esa pollaza, tragándosela, chupando toda su fortaleza, animado por esa manita de Alberth que ahora estaba en su pandero colando algún que otro dedete por su ojal. Albeth le cogió la carita y le besó. La cara de Alberth era enamoradiza hasta perder el sentido. Sus cejas dando sentido a esa mirada brillante y penetrante que se fijaba ne la boca de Alfonso chupando su pulgar como si fuera una polla, sus labios, su barbita, el rubor que ocupaba ahora su nariz y sus mejillas.

Alfonso volvió a bajar por su cuello besándolo, le masturbó la polla a la vez que esnifaba sus sobacos y se los lamía como un cerdo. Luego se puso a cuatro patas en el sofá y entregó su culo a ese chulazo que le había conquistado. Albeth le hizo una buena comida, primero por detrás y luego por delante, antes de ponerse de pie y clavar su polla a pelo en el agujero de ese riquísimo culazo.

Le metió toda la barra por el ojete. Alfonso no podía ser más feliz. Plantó los pies en sus pectorales y se abrió a tope para dejarlo pasar dentro de su cuerpo. Entraba justita pero deliciosa. Se dio la vuelta y miró hacia atrás a Alberth dedicándole una sonrisa maliciosa y pervertida. Sabía lo cabrones que podían ser los tios cuando daban por culo, nada que ver con el cariño que profesaban cuando te tenían frente a frente follándote. Eso quería de él, ver su lado más salvaje, su lado de empotrador.

Ahí le tenía ahora, entregado, metiendo polla sin parar, disfrutando de un buen culo para su larga banana. Un chaval así de guapo y bien dotado se lo merecía todo y más. Le dio tan duro que Alfonso acabó elevando las piernas un poquito más con cada pollazo, casi al borde de perder las fuerzas y quedarse de bruces ante esa bestia penetradora.

Alfonso le calmó un poco haciéndole una paja con el culo. Le dio la espalda, se sentó sobre sus piernas y se clavó su durísima verga empalándose en ella. La pejó con su culete todo lo larga que era. Se giró para ver qué tal se lo estaba pasando Alberth y se encontró con su cara guapa y sonriente, toda sudada, con el flequillo sobre su frente, con la mirada viciada, las mejillas y la nariz más sonrojadas todavía, cargado de puro amor y sexo.

Se dio la vuelta y se la pajeó esta vez más duro, antes de volver a ponerse a cuatro patas y donar su culo para la buena causa y olver a sentarse de nuevo sobre sus piernas para acabar la jugada. Estaba saltando sobre su polla cuando no pudo resistirse. Alfonso soltó toda la vitamina por la polla. Su estupendo rabaco empezó a soltar grumos de leche resbalando por los dedos de su puño que se aferraba con fuerza a su pene.

La leche cayó sobre le muslo de Albert. Alfonso la recogió con los dedos, nutrió la polla de su follador con ella y s ela metió dentro del culo. Ahora entraba suavecita y resbaladiza. Pero no por mucho tiempo. Alberth se había puesto todo cachondo con ese último movimiento de su compa, se agarró la pija y se puso de pie mientras se la meneaba efusivamente.

Sabiendo lo que se le venía encima, Alfonso se tumbó en el sofá y se puso cómodo. Venía la artillería pesada. Albert se la empezó a machacar encima de su cara. Tras arrugar el entrecejo en una expresión de placer extremo y soltar un silencioso pero profundo gemido, la lefa salió de su polla toda blanca y espesa dejando ciego de un ojo a Alfonso, luego dle otro, alimentándole su hambrienta boquita. Desperdigó el semen por toda su cara y su cuello mientras Alfonso sonreía de auténtico vicio con toda esa leche encima sin poder abrir los ojos, porque tenía toda la lefa justo debajo de las pestañas.

Alberth le colocó la polla en la boca para que se la chupara. Intentó limpiarle toda la leche que le había dejado en los ojos recogiéndola con el pulgar, arrastrando con el dedo todos los grumos hacia su boca, pero le había dejado tanta leche encima que su esfuerzo fue en vano. Le encantó lo cerdaco que era. Le dio lefa metiéndosela con los dedos y luego la polla. El tio no paraba de sonreir, todo vicioso, encantado por tener la cara así de sucia y por sentir un buen pollón largo, grande y caliente recién corrido restregándose sobre su jeta.

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@ fotos por Oscar Mishima

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