Carlos Fontana se pone las botas de polla del semental italiano Gianni Maggio | Fucker Mate

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Tanto tiempo sin regresar a su país, que a Carlos Fontana ya le picaba la polla de ganas de que un buen semental italiano de pura raza le partiese el culo en dos. Y no es porque aquí no hubiera encontrado buen percal, pero necesitaba escuchar ese acento enloquecedor susurrado en su oído mientras un buen macho se pegaba a su espalda y le daba por detrás unos manguerazos del copón.

Mensajito a mensajito a través de una aplicación, el cachorro guaperas italiano consiguió meter en su casa al semental, lo instaló en su sofá y le invitó a ponerse cómodo mientras él se hacía con unas cervecitas frías. Ni cervezas ni frío, todo lo contrario, Carlitos llegó con mucha calor, desnudo de cintura para arriba con ganas de comerse el mundo, aunque como el mundo es muy grande, se conformó con el rabaco gigantesco de Gianni Maggio, ya se comería el resto más tarde poco a poco.

Primero paseó su boca por encima de los pantalones grises de algodón, esos pantalones marcapaquetes que tan bien conocéis y que tan bien sientan a los chicos con buena dote. Tardó segundos en sacársela por un lateral y empezar a comer rabo como un pipiolo.

Todavía cuando se la sacó estaba algo morcillona, pero nada más notar el contacto de sus labios, se le puso dura como una piedra al cabronazo, tan grande y gorda que Carlos se vio obligado a sacarse ese pedazo de pollón con todo lo que había tragado y ya el capullo le dio para rellenarle la boca entera.

Madre mía, era como estar comiéndosela a un puto caballo. Aquello era enorme no, lo siguiente. Gianni le ponía la manita por detrás del cuello diciéndole que se la chupase más y claro que quería hacerlo, pero ya se le hizo complicado abarcar ya el cipote, cuanto más arrastrar algunos centímetros extra dentro de su boca.

Ese rabo no escapaba de la maldición que recae en casi todos los rabos largos y tan grandes, que de tan jodidamente enormes que son, terminan perdiendo su rectitud. Gianni no podría decir en qué momento exacto se le dobló de esa manera porque se la veía todos los días, pero viendo cómo se la mamaban, era posible identificar que quizá se le comenzó a doblar en el mismo momento en el que comenzó a tener relaciones con otros chicos, porque justo todos llegaban con la boca hasta la zona en que comenzó a torcerse. Y las pollas torcidas saben muy ricas.

«Toda entera chúpamela, toda entera«, decía el tio, como si fuera tan fácil hacerlo. Si alguna vez alguno ha conseguido tragársela hasta tener los pelos de la base de la polla como bigote, vaya campeón, porque eso es que se la habría tragado literalmente taponándose la garganta con el cipotón hasta el pecho, ahí toda dentro la muy puta.

Carlos se puso de pie, le dio la espalda y se bajó los pantalones cortos sin pensárselo dos veces, porque si llega a pensar un poquitín más mirando por la integridad de su ojete, si llega a ver a ese semental poniéndose en pie, con esa pedazo de mazorca italiana gigantesca mirando como una diesa hacia el frente, no lo hubiera hecho. Pero a lo hecho, pecho.

Para el tiempo que Gianni le estuvo abriendo el culito, la saliva encima de su polla ya se había secado y necesitaba más. Carlos volvió a hincar las rodillas y entre merienda y merienda de porrón, el semental le arreó unos buenos pollazos en toda la cara, haciendo que una hilera de saliva saliera volando hacia el pelo del cachorrillo. Ojala hubiera sido lefa, pero eso ya llegaría, que los huevos hay que recargarlos primero.

A eso es a lo que se dedicó Carlitos con la boca cuando Gianni le ladeó la cabeza y le obligó a comérselos. Uff, era tan rico chupar una huevera grandota con la barra calentita resbalando por tus mejillas, tu frente y tu nariz…

Por la habitación no había ni condones ni hostias, le había picado la polla en un momento en que estaba frágil y ni lo había pensado. El macho le hincó el cipote por detrás a pelo, empezó a arrastrar el rabo y a Carlitos le invadió una oleada de miedo cuando vio que aquello era demasiado grande para su culo, que se lo estaba rompiendo. Pero justo cuando le entró ese miedo, ya tenía media polla dentro y al cerrársele el culito lo que consiguió fue que Gianni se pusiera más perraco todavía al notar que entraba más justita imposible.

Pero al fin y al cabo ¿no era eso lo que quería? Un buen macho que le partiera el culo en dos, que se pegase a su espalda, que lo enfilara con una polla hermosa, que le gimiera y le dijera guarradas a la oreja mientras se lo follaba. Pues toma Italia en vena.

Lo normal es que si alguien va a entrar en tu casa te pida permiso para entrar, pero Gianni es de los que piden permiso después de haber puesto un pie dentro. Es lo que hizo con el culazo de Carlos. Después de volver a meterle el cipote y toda la barra dejándolo a cuatro patas, le dijo que todo iba bien, todo esto mientras le bombeaba el ojal. Pues qué iba a decir Carlos ante esa situación, que todo bien, pasa y haz lo que te apetezca, como buen anfitrión.

Le cascó una paja tan buena con el culo, que Gianni se convirtió por unos momentos en su papi. Lo cogió en brazos, Carlos se colgó de su cuello y juraría por ahora y siempre mientras unas manazas grandes lo impulsaban hacia arriba y caía literalmente empalado, que jamás le había dejado el agujero del culo tan jodidamente abierto y relleno.

El semental comenzó a perder la cabeza, sacó la lengua y le lamío el brazo mientras se lo follaba. En ese punto cualquier cosa podría ocurrir. Carlos se quedó en una de sus posturas favoritas, boca arriba con las piernas abiertas, calzándose cómodamente una paja. Así bien folladito dejó escapar toda la leche.

Gianni se la sacó del culo y Carlos pensó que se le iba a correr encima de la polla y los huevos, pero enseguida le cogió de la cabeza dirigiéndole la carita guapa hacia su polla. No llegó a tiempo, porque mientras lo hacía, el cabrón ya estaba reventando los huevos, que si no una buena lefada se hubiera llevado encima, pero lo que sí le relamíó fueron las sobras, porque Gianni le hizo tragar rabo cuando todavía se estaba convulsionando por la corrida.

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