Jacob Lord y Sean Xavier se marcan un flip-fuck sin condones en la terraza y en la habitación | Lucas Entertainment
Breeding Between The Sheets
Se apartaron del resto del grupo. Entre Jacob Lord y Sean Xavier había una atracción irresistible que se empezó a fraguar desde la primera mirada y que tenían que resolver de alguna forma en el piso de arriba. A Jacob le puso perraco ver a ese tiarrón fuerte y moreno, la forma en la que se le marcaban los biceps bajo las mangas de la camiseta, su cara guapísima, con esa sonrisa enmarcada bajo su bigote y sobre su barba.
A Sean le moló el semblante serio de Jacob, decidido, inexpugnable, atractivo, dirigió la mirada hacia su torso, envidiable, con una camiseta de tirantes que no dejaba lugar a la imaginación, porque cualquiera era capaz de sucumbir a un suspiro al admirar sus formidables pectorales peludos. Mmmm, si Sean cerraba un poco los ojos, podía imaginarse a sí mismo doblando las rodillas, acercando sus labios a esos pezones, mamando de ese lobo.
Cuando Jacob creyó haberlo visto todo en esta vida, los dos desnudos por completo en la terraza del piso de arriba, teniendo a Sean junto a él, miró hacia abajo y lo que vio le dejó sin respiración. La entrepierna de Sean era digna de observar con atención durante horas, días, una eternidad. La tenía morcillona y le colgaba entre las piernas, larguísima, tanto que le llegaba casi hasta las rodillas.
Brillaba bajo la luz del sol, el cipote mirando hacia abajo, completamente descapullado. En la base de la que colgaba, se arremolinaban unos pelazos negros rizados y pudo fijarse en la forma en la que le colgaban los huevos, por detrás de la polla, hacia la mitad de la misma. Se comieron las pollas y se follaron el uno al otro sin condones.
Jacob no supo con qué momento quedarse de esa apacible tarde de folleteo. Puede que con ese el que se estaba zumbando a Sean en la terraza, con la ropa interior alrededor de ellos, sintiendo el golpeteo de la pija de Sean que colgaba como un badajo entre sus piernas. O puede que con ese otro, cuando entraron a la habitación, se tumbó bocarriba, abrió las piernas y vio la cara de Sean entre ellas, relamiéndole el culo, luego los cojones, luego su pene erecto, incapaz de contener el precum.
O ese en el que Sean cabalgó de frente sobre su polla y tuvo la mingaza de ese tiarrón rebotando una y otra vez sobre su torso, acariciando sus pectorales, animándole a cargar ese culazo de semen. Quizá ese otro en el que le estaba taladrando el culo desde arriba y Sean se estaba haciendo una auto mamada de lo larga que la tenía. Al final se quedó con el recuerdo de la follada entera y con la satisfacción de haber gozado de cada segundo de ese tio.
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