A su edad, la vida del jovencito Jake Preston era un noventa y nueve por ciento pensar en sexo y el restante uno por ciento todo lo demás. Ya nada más levantarse, pilló a su compañero de piso Jay Stroke de espaldas en la cocina haciéndose un batido de proteínas y se pensó que se estaba haciendo una paja. Así funcionaba su mente durante todo el día, pensando en pajas, rabos, culos, tios buenos, mamadas, folladas y corridas y así estaba todo el puto día, con el rabo tieso.
Su compi de piso no era sino una motivación más de muchas. Supuso que tomando batidos de proteínas tendría que tener un cuerpazo diez y no se equivocó. Pasó por delante de su habitación y vi que estaba saltando a la comba, con ese torso de machote peludito, todo cachas el cabrón, marcando unos abdominales de lujo y lo que es más, seguro que no llevaba calzones, porque a cada salto que daba, algo rebotaba y bien grande en el frontal de sus pantalones.
Se apoyó en el marco de la puerta, se sacó el rabo bien largo y se puso a cascársela admirando todo eso, mordiéndose el labio inferior de las ganas. Cuando Jay se puso a hacer dominadas, Jake se acercó y le gastó una broma bajándole los pantalones. En cierta forma era por divertirse, pero por otra parte se moría de ganas de ver el tamaño de su pito. Y lo que vio no sólo no le defraudó en absoluto, sino que le sorprendió gratamente.
Él que ideaba a Jay como un daddy peludete, asociaba en su mente a ese tipo de tios con esa complesión a rabos gorditos, no muy largos, escondidos casi en una buena pelambrera, pero cuando vio la tranca de Jay tuvo que comerse sus pensamientos y cambiar de idea. Los rabos de los tios no dejaban de sorprenderle y cada bajada de pantalones era una fantasía.
Jay la tenía larguísima, gorda, venosa. Haber estado haciendo ejercici se ve que le motivaba y se le había quedado así, morcillona, medio durita, colgando como una banana. Jay se cabreó y le impuso castigo, uno que Jake preveía que le iba a molar, bajar a chupársela. Incluso más bonita de cerca, le cogió por los huevetes y se la empezó a endulzar con sus lindos labios.
Más larga y gruesa de lo que pensaba, tener una polla en la boca era lo único que calmaba al revoltoso de Jake. Después de la mamada, Jake se levantó y se bajó los gayumbos para enseñar a Jay la suya. Quería enseñarle que aunque fuera jovencito, mucho más que él, era el que más larga la tenía en toda la escuela. Menudo pollón lucía el niñato. Jay le puso a hacer dominadas, colocó las piertas sobre sus hombros, con toda la entrepierna de Jake mirando hacia su cara y empezó por comerle toda la hueva.
Cojones llenos de leche y una picha bien larga. Cómo gemía el cabronzuelo al ver su minga rozándose contra el bigote y la barba de un varón. Ojos en blanco y disfrute total cada vez que le magreba las pelotas con los labios y un no parar de decirle que le comiera la polla cuando la tenía metida dentro de la boca. Se intercambiaron y Jay se quedó haciendo dominadas, con los brazos colgados y las piernas encima de los hombros de Jake. Entonces Jake aprovechó para metérsela por el culo sin condón.
Eso no tenía nada que ver con lo que estaba acostumbrado a hacer en el instituto. Sin un lugar en el que dar rienda suelta a su sexualidad, los baños se convertían en su patio de recreo donde explorarla a espuertas. Un mensajito en mitad de clase y una escapada al baño para hacerse mamadas o explorar ojetes. No, ese tio le daba algo diferente y además tenía el culo apretadísimo. Os se estaba dejando dar por primera vez o nunca había probado una tan larga como la de Jake.
Se lo folló despacito y le encantó mirar hacia abajo y ver la chorra de Jay acariciando su estómago. No estaba acostumbrado a llevar el control en la cama. Con los chavales con los que solía hacer guarradas en el insti todo era más rápido, más compartido, un toma y daca a partes iguales. Pero ahí tenía ahora a Jay, sobre la cama, abierto de piernas para él, esperando que le penetrara.
Era todo tan jodidamente confuso para Jake, pero nada que no supiera cómo dominar. Ser hombre implicaba ser instruído por la naturaleza. Era fácil, colarse entre sus piernas, meter la polla y joderle el culito a pelo. Ahí sí que le dio duro, reventándole con el pollón. Jay no paraba de gemir, de retozar entre las sábanas. Su polla menguaba y creía a medida que iba sintiendo sensaciones por todo su cuerpo, una polla grande y gorda que no dejaba de mecerse sobre su cadera cada vez que Jake le metía el palo hasta el fondo.
Y a pesar de haberle dejado un buen agujero en el ojete, cuando Jay se sentó sobre sus piernas dispuesto a cabalgarle, tardó en hacerlo porque el rabo apenas le cabía por el culete cerrado en banda. Pero en cuanto estuvieron enganchados, lo disfrutaron como perros. Jay meciendose hacia adelante y atrás tragando rabo y Jake con los pies plantados en el colchón y las rodillas dobladas epujando con el culete desde abajo.
Para acabar, le dio por culo, tan fuerte que el rabo y las pelotas de Jay empezaron a dibujar círculos entre sus piernas. A Jay no le hizo falta ni tocarse y Jake jamás había visto a un pive haciendo eso que vio con sus propios ojos, no al menos estando despierto. Ya fuera por el frotamiento de una polla bien hermosa dentro de su ano o por el contínuo movimiento de su pene, Jay juró que se corría y lo hizo sin tocarse. Su rabaco siguió zigzagueando, dibujando círculos, pero esta vez soltando leche por todas partes.
Sólo se la agarró al final, para apurársela, mientras seguía pidiendo a Jake que no parara de follárselo. Jake jamás había visto a un tio soltar tanta lefa de una sola tacada. Jay no paraba de correrse. Jake aguantó hasta el final, tan al borde del precipicio que cuando quiso sacarla no le quedó muy claro si le había preñado un poco el culo sin querer.