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Marco Stone se folla sin condón el mullidito y acogedor agujero del culazo de Austin Ponce y lo llena de leche | Fucker Mate

Breed my hole

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Para qué iba a estar pajeándosela cuando ahora tenía compañía. Marco Stone se soltó la polla, se levantó de la silla y con un gesto de la mano invitó a Austin Ponce a ponerse de rodillas y comérsela. Sin duda el calor de su aliento y la dulzura de esos labios resbalando por la piel de su larguísimo y potente rabo, le daban mucho más gustito.

No habían pasado ni unos segundos desde que ese gañán tenía el pito dentro de la boca cuando le hizo una comida extrema plantándole los labios en la base, tragándose todo su mástil enterito. Marco miró hacia abajo, todavía agarrando a Austin por los pelos, admirando cómo su polla salía toda mojada, intentando comprender cómo se la había podido tragar entera con lo grande que la tenía.

No tuvo tiempo para asimilar respuestas. Ese cabroncete había colado ya la cabeza entre sus piernas y le estaba comiendo los huevos, dejando rebotar la enorme cigala sobre su rostro, disfrutando de esa enorme pollaza que ahora estaba durísima como una roca, descapullada y venosa. Austin volvió a hacerlo. Todo el rabo atravesando su garganta, el labio inferior empujando la bolsa de los huevos, el superior rozándose contra los pelos de la base. Marco se la dejó dentro y se lo empezó a follar.

El hambre de rabo que tenía un tio, se medía de varias formas. Una era la intensidad de la mamada, cómo se la zampaba, la otra era mirar los morretes. Los de Austin demostraban que tenía un apetito voraz, todos llenos de babas, hasta los párpados mojados, porque le encantaba eso de chupar los cojones y sentir la verga caliente rebozándose encima de su carita.

Entre gemiditos de placer, Marco puso a Austin encima de la mesa y le abrió de piernas para comerle el ojete. Un par de dedos, un repasito con la lengua, un frotamiento. Cualquier cosa le valía para hacer que ese agujerito se fuera acostumbrando a lo que le iba a meter. Húmedo y deseando rabo, Marco se levantó, empinó la polla hacia el agujero y se la metió entera sin condón atravesándole el ano.

Sabía cómo follarse un culito tan acogedor como ese. El secreto consistía en meterla, sacarla entera y justo en el momento en que el culo pedía más rabo abriéndose de par en par, antes de que el diámetro del ojete recuperara su tamaño habitual, volvía a metérsela de nuevo. Austin sentía especial cariño por ese enorme polla y su agujerito lo demostraba, latiendo por él.

Donde antes había un culito apretado, ahora estaba un rosetón rojizo, con el agujero ya hecho a la medida, expandiéndose y cerrándose como producto de la habilidad de Marco para meterla. Que fuera tan atractivo y tuviera ese culazo peludete de macho sólo ayudaba a que Austin se abriera a él con más ganas todavía. No era sólo su polla, era también el dueño, que estaba tremendo.

Abrirse a tios así le molaba. Ver sus cuerpos musculaditos en tensión, follándoselo, disfrutando de su cuerpo. Que le dieran por culo le daba morbo. Austin le dio la espalda, se inclinó hacia abajo y no tardó en tener a ese empotrador metiéndosela por detrás. Follándoselo por la retaguardia, sin sacarla de su agujero, pasito a pasito Marco condujo a Austin hacia las escaleras como un par de enamorados unidos. Una vez allí, le empujó la espalda hacia abajo para obligarle a besar el suelo, le cubrió el culete entre sus muslos y le hizo suyo.

Las hermosas vistas que regalaba Marco por detrás eran irresistibles. Su cuerpo atlético, su culazo de empotrador, su pene erecto y grande, sus pelotas, dándolo todo para meter una buena follada a ese mamón que lo estaba pidiendo a gritos. De las escaleras, pasaron a la camita donde estarían más cómodos. Austin se lanzó de cabeza a ella bocabajo, levantó una piernecita hacia un lado para abrir su culo, se humedeció los dedos de una mano con saliva llevándolos a la entrada de su culito, miró a Marco y le dio permiso para entrar.

Fue en ese momento, con Marco detrás de él haciéndole el amor a pelo, cuando Austin empezó a ponerse muy cachondo, hasta límites extremos. No podía creer el enorme rabo que tenía ese cabrón. De vez en cuando llevaba la mano hacia atrás y se lo sacaba del culo para sostenerlo en su mano, sintiendo el calor y la dureza que desprendía, comprendiendo que era real, que se estaba tragando esos fantásticos veintiún centímetros de polla.

Cuando lo cabalgó, lo gozó de auténtico gusto, pajeando ese pollón de arriba a abajo con su culazo. Tuvo el control hasta que lo perdió. Estaba saltando sobre la polla de espaldas a Marco cuando este pasó los brazos entre sus piernas, plantando los antebrazos en la parte anterior de sus rodillas, obligándole a caer en volandas sobre su torso y quedando a merced de lo que quisiera hacer con él.

Lo que hizo fue meterle una buena culeada desde abajo rellenado ese culito tragón de polla. De forma natural, Marco dejó caer a Austin de lado sobre la cama, le hizo la cucharita y se lo folló en esa postura. Luego se puso de rodillas y siguió empotrándolo, sin poder retirar la vista de su rabo entrando por ese colchón mullidito en que se había convertido el agujero.

Llegó un momento en que no pudo contenerse más. Sacó el rabo, se lo pajeó duro sin dejar de frotar su cipote contra el ojete y le soltó encima toda la leche, que salió disparada hacia el muslo del chaval y le dejó todo el trasero mojado. Todavía pegando las últimas batidas, Marco sumergió su polla dentro del hueco y la hizo resbalar por su interior con todo el semen encima. Al sacarla, Austin se llevó una mano al pandero, gozando de la suavidad del esperma que le había dejado encima.

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@ fotos por Oscar Mishima

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