Allen King se entrega por completo a la embriagadora masculinidad de Colby Keller que le mete una follada de auténtico vicio | Cocky Boys

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Le encantaba sentir esa emoción. Mientras Colby Keller le tenía sobre sus piernas, propasándose con él, gimiéndole y exhalando el aliento sobre su carita, metiéndole las manos por detrás de los pantalones vaqueros con sus manos grandes, varoniles y fuertes, colando un dedito por la raja de su culo, a Allen King se le abrió el ojete del puto gusto y experimentó esa sensación única que le hizo decidir que ese hombre podría hacer todo lo que quisiera con él, que todo lo tendría permitido. Puertas abiertas.

Ese cabronazo era puso vicio, puso sexo. Uno de sus abrazos valían por mil. Qué brazos tan fuertes. ese torso peludete con grandes pectorales, macizos como una roca. Allen se abrazó a él y simuló que saltaba sobre sus piernas. Si todo lo que veía ahora de él era a lo grande, fantaseó y se puso cachondo pensando en cómo tendría la polla.

Sin embargo, para su sorpresa, no sería él el primero que lo descubriera, porque Colby le dejó sobre la mesa y le bajó los vaqueros, dejando al descubierto su larga pija, que no dudó en jalarle hasta el fondo. Allen cerró los ojos de gusto al ver cómo su largo pene dedsaparecía por completo dentro de la boca de ese macho, como si apenas le costara tragarse un pijote de casi veinte centímetros. Sólo pudo ver los pelos del bigote apretados contra la base de su rabo.

La mamada fue pura dedicación. Se la chupó apretando fuerte con los labios, le comió los huevos y paseó todos los morros por su miembro y sus pelotas, por debajo de ellas, levantándole el escroto con las narices. Jugueteó con el pellejo que solía recubrir el pene de Allen cuando lo tenía morcillón, atrayéndolo con la mano desde la base, mordisqueándolo suavemente entre sus dientes.

Con gran maestría, Colby le colocó de lado, abriéndole el culito, pasándole la polla entre las piernas juntitas, poniendo a su disposición el mejor de los platos para hacerle la triple comida. Una polla larga y dura, unos buenos cojones y el agujero de un culito que ya estaba ardiendo. Allen sintió el roce del repaso de la lengua sobre su ojete, luego sus pelotas y después a lo largo de su rabo.

Colby se puso en pie, se quitó los calzones y entonces Allen pudo descubrir a qué se iba a enfrentar. Vio una polla todavía morcillona pero enorme, unas pelotas grandes, todo en conjunto, rebotando mientras él se sacaba los gayumbos por las piernas. Era una de esas pollazas que sólo tenían tios altos y fuertes, bien dotados. Con un hambre feroz, Allen se puso a cuatro sobre la mesa, mirando en dirección a ese enorme pene que al momento se empezó a enderezar y se lo metió dentro de la boca.

Era gigantesto, venoso, muy grueso. Pudo notar cómo el glande le rellenaba toda la boca, después las venas como tropezones, sintiéndolas sobre sus labios cada vez que le recorría el pene con ellos. De fondo los pelazos de macho de la base de su rabo y las pelotas bailando a su son. Hubo algo que le hizo comer con más ganas todavía y es que Colby le tenía bien amarrado, alargando un brazo, amasándole la raja del culete y tocándole literalmente las pelotas.

Llegó la hora de entregarse a él. Allen de nuevo de lado sobre la mesa, Colby se puso un condón, que a pesar de ser extra largo, una vez puesto se le quedaba pequeño. Allen le miró a la cara antes de que se la metiera y se dio cuenta de lo caballero que estaba siendo con él en ese momento en que cualquier otro tio se la habría metido sin contemplaciones. Pudo ver en su rostro cómo permanecía atento por si le dolía y se a metió con cuidado.

Fue ahí cuando Allen se dio cuenta de que, a pesar de estar emocionado y abierto, para esa pedazo de polla no era suficiente. Entró apretadísima. El lubricante del condón ayudó a que ese enorme rabo penetrara cmo debía hacerlo y entonces todo fue ya rodado. La polla entró entera y Allen lanzó un gemido cargado de dolor y gusto a partes iguales.

Empezó a follárselo, cada vez más rápido, pero siempre cargadito de amor. Se inclinó sobre Allen y le besó. Allen sabía que no se acostumbraría a un miembro tan grande penetrándole una y otra vez, pero el gusto comenzó a sobreponerse al dolor y comenzó a disfrutar de ese macho, jugando incluso con él, levantando su miembro y restregándoselo por los pelos por debajo del ombligo mientras se lo follaba.

Luego le dio por culo, aprovechando su situación de macho alfa empotrador, metiéndosela con toda su fuerza. Se subió a la mesa con Allen y le poseyó por completo, encajando ese culazo entre sus muslos, inclinándose hacia adelante para dejarle el culete en pompa y más abierto y se la enfiló de arriba a abajo, cascándole sus grandes y cargadas pelotas peludas en la entrepierna.

Ahora mismo eran como dos perros jodiendo sobre la mesa. Colby se inclinó un poco más y abrazó a Allen. Le tenía dominado por completo. Su cuerpo grande y musculoso entregado al chaval, metiéndole toda su enorme polla por el culo, las pelotas cada vez más marcadas, meciéndose a cada empotrada, le estaba cubriendo a base de bien.

Pero esa no fue la única forma que se le ocurrió de poseerle. Colby se sentó en la silla que tenía justo al lado. Ni siquiera tuvo que agarrarse la polla con la mano para enderezarla. A pesar de tenerla enorme, la tenía tan jodidamente dura que ya apntaba de forma natural hacia arriba. Allen hizo una sentadilla sobre sus piernas, agarró la verga conduciéndola hacia su agujero y se empaló en ella con mucho gusto.

El ojete super ajustado, el pollón luchando por entrar y salir de él en una batalla encarnizada. Colby se abrazó a Allen con sus fuertes brazos de biceps espectaculares y, completamente cachondo, perdiendo la noción del tiempo y del espacio, abrió la boca y se comió a besos el torso de Allen, rebozando su cara y sus pelos por encima, loco perdido de amor y vicio, con las manos grandes cogiendo las nalgas del culazo para subirlo y bajarlo a su antojo por su gigantesco miembro viril.

En ese toma y daca, Allen tampoco se quedó quieto. Se aprovechó de la situación para fantasear a lo grande con ese tiarrón. Meneó el culete dando caña a su polla y le pegó bien el rabo duro entre los pectorales, haciendo que la follada no se convirtiera sólo en eso, sino también en una buena paja restregando el pijote por encima del cuerpazo de ese empotrador.

Colby se levantó de la silla, con Allen todavía en sus piernas, todavía dentro de él. No salió de su interior, lo cogió en volandas y se lo ventiló allí mismo. Los pelos sudados recorriendo su frente, una mirada que reflejaba en lo que se podía convertir un hombre en plena acción, el torso desplegado en todo su esplendor, marcando músculo, pecho y pectorales. Allen se agarró a sus biceps y disfrutó de las vistas mientras Colby le colmaba de pollazos rápidos y potentes y lo daba todo.

Mira que los hombres solían darle amor y placer, pero Allen no recordaba a uno que se lo hubiera dado de esa forma tan demencial. Si se resbalaba, esos brazos fuertes lo recogían en un abrazo y vuelta empezar, sintiendo el calor que desprendía ese torso macizo que cada vez estaba de más buen ver y más apetitoso, cubierto de una capa de sudor. Colby se lo llevó a la mesa y siguió dándole sin parar.

Allen pensó que ese era un buen momento para cogerse la polla y machacársela, mirando como ese poderoso varón le tomaba bocarriba. Entre pollazo y pollazo, Allen se corrió encima dejándose toda la leche. Colby, con las gotas de sudor cayendo por su frente y su pelo, le sacó la polla del culo, se quitó el condón y se pajeó duro sobre el cuerpo de Allen.

Un gemido intenso precedió a la lechada. Cuatro, cinco cuajarones de lefa brincando del cipotón de su enorme polla y, cuando parecía que ya se había corrido del todo, se sacó de la manga dos trallazos largos que fueron a parar más allá del hombro izquierdo de Allen, obligándole a retirar la cara por inercia, plantándose encima de la mesa. Allen se miró el torso, sonriendo de gusto. A la lefa que él se había dejado por debajo del ombligo, se había unido un charco de leche bien espesita del ombligo a sus pectorales, un montón de caldo recién salido de los cojones y la polla de ese hombretón. Colby se inclinó una última vez y besó a Allen, empapándole la carita con su propio sudor, bajando por su cuerpo, recogiendo su propia lefa con la lengua para después acudir con ella al pezón de Allen, dejándoselo resbaladizo y lleno de leche.

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