Al salir del dormitorio, Freddy Salvador se encontró de bruces con una situación que sabía que tarde o temprano se iba a terminar produciendo. Y es que con dos tios tan sexuales compartiendo piso, las pajas estaban tan a la orden del día como llevarse a una conquista al apartamento para meterle una buena follada y si te he visto no me acuerdo.
El cabrón de Marco Di Pietro estaba buenísimo y la tenía tochaca. Se la estaba pajeando en el sofá mirando el movil, seguro que mirando algún chochito tipo hamburguesa. En lugar de hacer lo que haría cualquier tio en su lugar al ser pillado in fraganti, escondiendo la polla en los pantalones, Marco siguió machacándosela y miró a Freddy, quizá esperando a que se uniera a la fiesta.
Aunque le hubiera encantado compartir paja con ese tiarrón, Freddy volvió a su cuarto esperando que en unos minutos su compi de piso hubiera acabado el trabajo que se traía entre manos, pero estando dentro, vio cómo el pomo de la puerta giraba y sin permiso Marco entraba dentro, con toda la polla dura y grande sostenida sobre unos soberanos cojones elevados hacia arriba por la fuerza de la bragueta de los pantalones. Marco le animó a salir fuera a compartir un rato entre chicos.
Le puso su mano fuerte y musculosa detrás del cuello y empujó hacia abajo. Ahora que la tenía a un palmo de la cara, toda enorme y dura, le pareció gigantesca y le entró hambre. Marco empezó a propinarle una paliza de pollazos encima de la jeta alimentando sus ganas y Freddy acabó metiéndose toda esa tranca dentro de la boca, boien gorda y enorme.
Le descapulló el cipote con los labios, retrayendo su pellejo hacia atrás, mojándoselo por completo. Abrió la boca de par en par y se atragantó con esa butifarra de macho tan caliente. Se estaba poniendo cachondo perdido. Esnifó los laterales de la bragueta, buscando el aroma a rabo que solían dejar las hueveras de los calzones de cualquier hombre. Y lo encontró.
Desnudo completamente, apenas con las botas puestas, sentado en el sofá, con esa enorme tranca descansando sobre su vientre, Marco estaba irresistible. Freddy se coló entre sus piernas gateando, le enderezó la minga y se la jaló de nuevo. Se fijó en los surcos de sus abdominales, en sus tetillas duras destacando en sus fornidos pectorales. Le comió el rabo con muchas ganas, como nunca se lo había devorado a un tio.
Esa cara de empotador chulazo, ese cuerpo y esa polla, esos huevazos arrigados y colgando entre sus piernas macizas, todo él estaba hecho para disfrutar y pasarlo bien. Le relamió el escrotó, pasando por la barra hasta llegar a la punta del rabo. Se volvió loco besando su torso, esnifando sus sobacos, sintiendo cómo la polla le rozaba mientras lo hacía.
Se dio cuenta de que el pollón era super masturbable, de que le apetecía zurcírsela hasta con las dos manos, de que podría haber seguido haciéndolo hasta sacarle toda la leche de esas preciosas pelotas. Decían que tio con pies grandes, polla grande y Freddy no podía decir si eso era cierto, pero con el argentino se cumplía al cien por cien. Menudos pinreles, fuertes y grandes. Marco le pegó con ellos en la cara y se los rebozó por encima antes de ponerle a cuatro patas, darle por culo y meterle todo ese tochaco de polla sin condón por el agujero.
Sus huevazos grandes meciéndose hacia adelante y atrás, esa barra gorda y grande penetrando el apretado orificio. A veces paraba y se quedaba dentro de él, a escasos dos centímetros de meterle sus veinte grandiosos de pirulón bien adentro. Un culazo grande y musculoso a la altura de lo que le correpondía por complexión. Le estaba dejando un buen agujero en el ano, de esos que tardarían días en cerrarse, dejando así su marca de macho por si otro pretendía hacerse con su chico, como un animal marcando su territorio.
Sentirle por detrás era una cosa y mirarle de frente, estando bocarriba, siendo follado, otra muy distinta. Ver su cuerpazo musculoso, sudadito, con cada músculo a plena potencia para follárselo. Alargó las manos para sobarle el torso y le gustó tanto el contacto con ese cuerpo de adonis que una eyección de leche se le escapó de la polla antes de tiempo mojándole la barriga.
Los hombres así era lo que le provocaban, una descarga de satisfacción difícilmente controlable. Qué fornido, qué macho, qué atractivo. Por un momento Freddy pensó si estaría dentro de algún sueño húmedo. No, era real, ese macho estaba dentro de él y podía sentir y tocar su cuerpo. Hasta ahora había sido muy cariñoso pero fue ponerse de nuevo a cuatro patas apoyando rodillas y manos en el suelo, Marco le cubrió protegiéndole el culo entre los muslos y se lo folló salvajemente penetrándolo sin control.
Joder qué puto gusto sentir toda la rabia de ese tiarrón, el roce de sus pelotas acariciándole las nalgas. Escuchó un sonoro gemido, cómo todo su cuerpo temblaba de emoción sobre su espalda y al sentir algo líquido inundándole el interior del ano, supo que ese chulo le había dejado preñado con toda su lefa. Se corrió dentro un buen rato hasta desahogarse. La polla le creció a lo ancho soltando toda la carga, destrozando el ojal de Freddy.
Al sacarle la polla, una hilera de leche le colgó del cipote y cayó al suelo. Marco le agarró las nalgas a dos manos y se las palmeó, esperando que Freddy desalojara toda la leche por el desagüe del agujero. Una buen chorrazo salió por el hueco resbalando por la raja del culo y sus pelotas. Marco se emocionó al verlo y acudió a la boca de ese mamón a que le relamiera las sobras del pene.
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@ fotos por Oscar Mishima