Acompañar a los hombres a los probadores. Era algo que en las tiendas habituales no existía, pero Dani Robles prefería un trato más «personal«, no sólo porque eso le permitía agilizar en tiempo por si tenía que pasarles otra prenda u otra talla, sino porque así además podía ver sus cuerpos desnudos. Y eso de ver a un tio ir quitándose la ropa o vistiéndose, se la ponía bien durita.
El daddy D.Dan se la tenía ya bien amorcillada. Cuando le vio ahí delante, todo fortachón y luciendo un gran bultaco donde se le marcaban el rabo y los huevazos enormes bajo los ceñidos calzones, se le abrió el culito de satisfacción. Cada vez que se acercaba para darle un nuevo complemento, podía sentir su calor y su virilidad e intercambiaban alguna que otra mirada que acabó por conseguir que a Dan se le pusiera toda tocha bajo los pantalones de vestir.
Dani no dejó de mirársela y Dan acabó por enseñársela. Se bajó la cremallera y por la bragueta sacó todo el pitorro gordo, grande y empitonado, consiguiendo que Dani se acercara y se pusiera de rodillas para mamársela con tantas ganas que debajo de ellos se formó un pequeño charco de babas. En cuanto se sintió preparado para recibir esa polla, Dani le dio la espalda, se bajó los pantalones y le ofreció su culo.
Así, desnudita, sin condón, Dan le empotró contra el fondo negro del estudio fotográfico de los probadores. A Dan se le estaba poniendo incluso más dura viendo las piernacas de ese macho, con unos muslos alucinantes, tanto como su grandioso culo. Ya lo sentía por lo bien que iba todavía vestido de cintura para arriba, conservando camisa, chaqueta y corbata, pero Dan le crujió a lefazos haciendo que esas prendas quedaran listas para ir a la lavandería.
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