Tras la burbuja inmobiliaria, uno ya no acostumbraba a ver muchas obras en curso donde admirar a esos obreros con casco y cachas en verano. El cazador se acordó de esos días en que paseaba por la calle y paraba cerca de un par de tios dándole al pico y la pala para echar una meadita intentando descubrir si estaban dispuestos a ganar un sobre sueldo pasándose a la otra acera aunque fuera por unos minutos.
Con la excusa de hacer una obra de mantenimiento en un cuarto trastero, contrató a Franco y a Hector proponiéndoles ganarse un extra por otro trabajito mucho más interesante, hacerse unas pajas o unas chupadas entre ellos, algo caliente que le diese morbo y se la pusiera dura. La cara de Franco ni se inmutó por la propuesta, el tio estaba buenísimo y se ve que no era la primera vez que se lo proponían. Fue Hector el que tuvo más dudas por eso de tener chorva, pero entre los ánimos de su compañero que tenía la mente más abierta al amor y que el cazador repitió la cantidad de dinero que se iba a ganar, le convencieron.
Por si acaso, Franco ya se fue echando mano a la bragueta y se desabrochó los botones. Todavía dubitativo, promovido por el cazador que buscaba calentarles para que no pensaran tanto, Hector puso la mano en el paquete de su amigo y Franco hizo lo mismo. Puto morbo los dos ahí magreándose por primera vez los paquetones, exprimiendo sus durezas. Era el momento oportuno para volver a preguntar y enseñar los billetes. Ahora sí que estaban más convencidos de hacerlo.
Sin decirles qué hacer, la cosa fluyó entre los dos como esperaba que lo hiciera de dos tios cachondos con ganas de darse gusto a las mingas. Franco, todo un latin lover, buscó la boca de su amigo y se besaron mientras por ahí abajo sonaba el tintineo del metal de los cinturones. Hector, que hasta ahora sólo había visto cómo los labios de una mujer atosigaban su pene en busca de placer, tuvo que presenciar cómo otro tio le chupaba la polla morcillona y se la dejaba llena de babas.
Miraba de reojo de vez en cuando, pero le daba mucho gusto y se le puso durita con las venas hinchadas recorriendo su nabo. Llegó su turno. Nunca había chupado un pito, pero al destapar el de Franco, tieso y largo, le entraron muchas ganas de devolver la mamada. Notó el calor de la pirula de su colega en la boca y tiró hasta el fondo una y otra vez exprimiéndola a cabezazos de tornillo, bajando a comerle todos los huevos.
Llevaron las mamadas con máxima discreción, sin gemir demasiado algo pero exhalando gemiditos de placer apagados. El cazador les habló en el mismo todo, como si todo tuviera que llevarse en secreto y permanecer ahí dentro sin que nadie se enterase. Más dinero por hacer algo más. Franco sabía d equé iba la cosa, pero Hector no estaba acostumbrado. Su amigo se lo dejó bien claro por si tenía dudas, agarrándose la polla por la base, meneándola, dejando claro quién la tenía más grande. Que te agaches y te follo.
Hector miró los billetes, luego la pirula de su amigo y asintió muy convencido. Jamás pensó que iba a hacerlo con otro hombre y mucho menos que iba a acabar perdiendo la virginidad mirando hacia la pared blanca de un trastero bien dado por culo y sin condón. Sintió la dureza del pollón de Franco internándose entre sus nalgas, por le fondo de un agujero que hasta ahora sólo había sido de salida y que ahora también iba a ser punto de entrada.
No paró de gemir a cada pollazo. Puso una brazo en la pared para aferrarse a ella, para calmar el gusto besando el dorso de su mano. Dentro del trastero comenzaba a hacer demasiado calor. Los dos se pasaron la parte delantera de las camisetas de manga corta por detrás del cuello mostrando sus torsos musculaditos, como cabía esperar de dos obreros cachas.
Una follada en toda regla, Franco haciendo un excelente trabajo dando duro por detrás como un machote, girando la cabeza de su colega para besarle mientras se lo hacía. Aprovechó que pararon a descansar un momento para proponerles otra cosa. «¿Qué te parece si ahora te lo follas tú a él?«, le preguntó el cazador a Hector.
Franco ocupó el lugar de su amigo frente a la pared y Hector le penetró por detrás con su polla, algo más corta que la de su colega pero más gorda. Desde ese momento no tuvo que decirles nada, ellos se encargaron de follar, de intercambiarse el puesto para dejarse dar por culo en función de las necesidades que iban teniendo de dar o recibir. Sólo tuvo que captar la atención de Hector cuando vio que Franco estaba a punto de correrse.
Iba a ser super morboso ver esas caritas llenas de leche. Hector quedó atrapado en cuclillas contra la pared, con Franco pajeándose la polla justo frente a su cara. El primer lechazo salió directo a su ojo derecho, dejando un buen goterón que le bañó la spestañas y empezó a resbalar por su mejilla. Franco giró la mancuerna y le fostió el otro lado de la cara, luego le dejó sibujado un bonito bigote de leche caliente y siguió soltando esperma, dejándole la jeta bien guapa y mojada.
Chupando la polla corrida de su colega, Hector se cascó una paja y dejó salir unos buenos chorrazos largos y espesos por encima de su ombligo. Leche de calidad. Les entregó el dinero prometido, un fajo de billetes para Franco que había metido una buena descarga y otro fajo para Hector, al que daba gusto mirar con la jeta pringada de semen, guiándo un ojo porque no podía abrirlo por completo y con el estómago lleno de su propia paja, todavía cachondo besando la polla flácida y corrida de su compi de curro.