Primero un tio que era tan fan de él que le pidió a través de un mensaje en clave escrito en los traseros de tres maromos que se lo follara a pelo, después un chulazo que le taladró el ojete por detrás. Thyle Knoxx estaba confundido cuando llegó a la siguiente sala. El terminal del campus estaba completamente a oscuras y lo único que tenía claro era que allí también se follaría a alguien o acabaría follado.
Una bola en el techo con lentejuelas, como las de los años 70, una barra en el escenario, tres figuras encapuchadas como espectadores, un mensaje en su móvil obligándole a bailar. Y cuando había bailado, otro mensaje obligándole a marcarse un striptease. Camiseta fuera, pantalones fuera, calzones fuera. Quien quiera que estuviera viendo aquello, lo estaría disfrutando cuando se quitó la última prenda, porque si de algo estaba Thyle orgulloso era del largo rabo con el que lo había dotado la madre naturaleza, de los que daban bandazos de lado a lado y dejaban a los chicos embelesados.
«Folla», leyó en el siguiente mensaje. ¿Follarse a quién? ¿no pretendería ese cabrón que se metiera la barra por el culo? Una de las figuras encapuchadas se levantó, separó la parte frontal del hábito negro y mostró el rabo que le colgaba entre las piernas. Se quitó la capucha. Llevaba una máscara. El tio estaba bien dotado y tenía unas facciones que alimentaban las fantasías. Barbita, nariz ancha, atractivo, le recordó al prota de Cincuenta Sombras de Grey.
Dante Colle se deshizo de la máscara y del hábito y subió completamente desnudo al escenario. A Thyle no se le cayeron los anillos por arrodillarse ante ese chaval guaperas. Le levantó la polla morcillona con los dedos y se la metió por la boca. El largo rabo no tardó muchom en crecer y ponerse durísimo entre sus labios, por lo que a Thyle cada vez le costaba más tragar un buen trozo de polla.
Apoyó la espalda sobre la barra y elevó los brazos agarrándose a ella por encima. Hizo bien en dejarse las babas encima de ese pedazo de carne, porque Dante le cogió de las caderas, le dejó la mitad baja del cuerpo en volandas y le atravesó el culo con la polla sin condón. Al notar el rabo bien duro dentro de sus entrañas, Thyle se puso palote y con el movimiento su propio mástil, con lo largo que era, no paraba de dar bandazos.
Ese guaperas tenía un buen aguante, aunque irremediablemente lo fue perdiendo. Necesitado de energías para la penetración, dejó a Thyle tumbado sobre el suelo del escenario y le taladró el culo de arriba a abajo, hasta que le vino una oleada de placer que le obligó a correrse, dejando a Thyle con una buena lluvia de lefa encima en el ojete, el cuerpo, la cara y el pelo. Otro mensaje. Quien quiera que fuera el artífice de todas esas pruebas, acababa de depositarle en su cuenta cinco mil dólares. Con el culo bien abierto y la cara salpicada de lefa, Thyle sonrió de alegría.