Diego Sans y Damien Stone salvan vidas y se follan los culos de Allen Lucas y Max Wilde en «Save Me» | MEN

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A Max Wilde y Allen Lucas se les daba de puta madre veranear y buscar follaje en equipo. Juntos eran un tándme insuperable, maestros del engaño capaces de cuaqluier cosa por llevarse a un buen par de maromos a la cama. No paraban quietos en la misma zona por mucho tiempo, porque al final la voz se corría, pero por lo menos se tiraban una semana de playa en playa de una misma ciudad, intentando buscarse a los tios más macizorros que hubiese.

Ayer tocaron los vigilantes de la playa de al lado y esta vez fijaron su punto de mirta en los paramédicos, Diego Sans que tenía una pinta de poli buenorro con buena mazorca que hacía las delicias de Allen, y Damien Stone que le había entrado por los ojos a la primera a Max por su pinta de malote con barba, todo cachas él. Era tan fácil como fingir una picadura de una medusa, uno iba a pedir ayuda por el otro que no se podía mover y después se hacían los tipos duros diciendo que no hacían falta cuidados, sólo que les llevasen al hotel.

Y allí en el baño de la habitación, cuando el paramédico le decía al paciente que se quitase las bermudas para curarle, empezaba la fiesta. Tenían un don con el que eran capaces de camelarse a cualquiera. Por supuesto no siempre salía bien, pero eran las menos de las veces, porque conseguían birlarse hasta a los que iban de más machotes.

Qué tio a solas y sabiendo que jamás nadie iba a enterarse de nada, iba a resistirse a una mamada. Max y Allen desarmaron las braguetas de esos dos chulazos y cada uno chupó la porra del que le interesaba. Minutos más tarde se encontraron abiertos de piernas, agujereados y comiendo de cualquier rabo que se les pusiera por delante. Esos dos paramédicos, además de para salvar vidas, servían para follar culos y se les daba dabuten.

Un a uno se fueron corriendo dejando escapar la leche de las pelotas. El que más duró fue Diego, que sin darse cuenta se estaba convirtiendo en la estrella de la velada, con su espectacular cuerpo tumbado sobre la cama, un buen pollón pajeado y todas las miradas atentas a su rabo y a su cara, esperando el gran momento en elq ue su polla soltó un abundante y largo escupitajo de lefa que recorrió su torso posándose entre su hombro y el pectoral. Max se relamía mirando, pensando ya en la próxima incursión y en otro par de machos follaculos.

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