[Lucio Saints] Lucio Saints le abre el culo a pollazos a Antonio Miracle y le riega la boca de lefa
En la zona residencial de Wisteria Saints, dentro de la ciudad de Dirtyview, los vecinos viven en completa armonía y felicidad. Todos los domingos a las 9 de la mañana, un par de vecinas se reúnen para hacer pilates, mientras sus hombres dejan los trajes de negocios y corbata colgados por un día dentro del armario para plantarse una camiseta de tirantes, pantalones de algodón y zapatillas viejas de deporte y salen a correr en compañía de sus vecinos para conocerse mejor.
Mientras ellas se abren de piernas en posturas imposibles, ellos corren y hacen flexiones con el rabo y los huevos rebotando y metamorfoseándose dentro de los calzones, sin darse cuenta de que en ese movimiento dejan a la vista un suculento paquete, una protuberancia que se alza majestuosa haciendo ceder la tela. Los hombres de Wisteria Saints son como una manada, protegen a los suyos y necesitan de vez en cuando el contacto con los de su especie y cuando Lucio Saints y Antonio Miracle salen a hacer deporte, lo ponen en práctica. Dejan libertad al otro pero le tientan, juegan limpio pero combaten, respetan su espacio pero lo invaden, rozando cualquier parte de su cuerpo con el nabo del otro, más que nada para ponerse a prueba, para medir el grado de hombría y saber cuál es su lugar en la comunidad.
Hacer flexiones mirando cómo le cuelga el rabo al otro, montar a caballito y sentir el calor de una verga susurrándote en la nuca, dar un empujón en el culo y sentir su dureza, parar tras una competición en carrera y escuchar la respiración agitada del otro, imaginando que así lo hará mientras copula. Cientos de formas de conocerse, de explorarse y que para Lucio y Antonio no son suficientes. Hay algo extraño que les conecta desde que se mudaron y contactaron visualmente, algo que necesitan saber qué es y no les basta con simples juegos de manada, necesitan traspasar la barrera que separa la amistad de algo más y conocerlo.
Por eso se meten en una habitación apartados de las vistas del barrio, para comerse la boca, sentir el calor que desprenden sus cuerpos musculosos, chocar los paquetes con los rabos duros por dentro, jugar al mismo juego que practican con sus hembras, pero con machos. Necesitan llegar hasta el fondo de la cuestión. Antonio admira a ese pedazo hombre que tiene delante, no para de sobarle la polla que nota cómo crece y crece sin límite y está a punto de darle la vuelta por la cadera debajo de los pantalones. Lucio le facilita las cosas y se los baja, haciendo que su arma salga disparada y casi le dé una buena hostia en la cara. Antonio la mira entre sonriente, sorprendido y hambriento. Un cosquilleo y una emoción le recorren el cuerpo al ver eso tan grande y enorme, le recuerda casi a las noches de reyes cuando abría un regalo y era algo mucho mejor de lo que esperaba.
Sabe que esa bicha en breve estará más dura que un canto, así que la disfruta aún tierna en la boca, viendo cómo se dobla cuando se la mete dentro y le llega hasta el tope de la garganta, cómo se pliega y se arruga la piel del rabo cuando lo desplaza con los labios. Aprovecha también ahora para tragársela hasta posar su barbilla en los huevos y sentir los pelos del pubis colándose por su nariz. Lucio no se queda indiferente, su polla responde como es debido a ese ataque sin compasión y empieza a ponerse dura, provocando en el chaval una empalada por la garganta que le saca unas cuantas lágrimas de alegría.
Para que se la siga chupando, Lucio se sienta en el borde de la cama, se quita los pantalones que tenía ya por los tobillos y se abre totalmente de piernas, dejando el rabo tieso y gigante colgando en medio. Antonio va gateando hasta él, con el culo ya abierto, y se la come con muchas ganas. El olorcito del rabo, su color, su tamaño, todo le vuelve loquito como para hacer varias intentonas de tragada hasta las pelotas de nuevo, aunque ahora ya esté dura. Para calmar la garganta, se alivia lamiendo y succionando los huevos, observando cómo la barra se alza portentosa frente a su cabeza dirigida por una mano pajillera. Unos cojones maravillosos, enormes y perfectos, redonditos, por los que se dedica a deslizar los morros y la nariz en círculos, impregnándose de su olor cargaditos de lefa.
Antonio demuestra que es todo un explorador, todo su afán es digerir esa polla hasta el fondo. Lucio al principio por instinto recula un poco cuando su polla se hunde entera en esa boca de vicio, pero cuando ve que toca fondo y el tio lo disfruta, hasta le pasa la pierna por detrás de la cabeza atrapándolo en esa posición, con su rabo completamente tragado, unos segundos en los que nota cómo le empieza a manar un poco de precorrida endulzando esa bestial mamada.
Está el cabrón enviciao de rabo, lo tiene ya totalmente en su propiedad, hecho a su boca y con toda su saliva encima. Las mismas manos pajilleras que alzaban el rabo, grandes y fuertes, son las que ahora le despliegan los cachetes y se cuelan en la raja de su culo frotándole el ojete. Le pregunta si quiere rabo, pues claro que quiere! Lo pone de frente para mirarle bien a la cara cuando se la meta y saber si le gusta. Le deposita el cipote en el agujero y le va blandiendo el culo como un sargento. Entra tan justa y apretadita que cuesta, así que le levanta las piernas y le abre el culo de par en par para poder colársela entera.
Con ese pollón atravesándole el culo, Antonio delira y pierde el sentido, soltando todo tipo de guarrerías por la boca y dejándose llevar por el placer. Cuando Lucio la saca, descubre que le ha abierto un buen hueco por detrás, los pelitos del culo dan fe de ello, mojados y repeinaditos hacia fuera dejando pasar la polla, a la que no para de abrir más hueco todavía estirándolo con las manos. Lo normal es que cuando la sacas de un agujero, este recobre su compostura, pero a Antonio ya ni compostura ni hostias, se lo ha dejado abierto para toda la vida.
Lucio le mete una bombeada de rabo flipante, poniendo las piernas de Antonio sobre sus hombros y haciéndolo suyo, tanto que hasta el condón casi se le sale de la polla, quedándose colgando de la punta nada más. En Wisteria Saints saben cómo echar pulsos, aquí nada de bares y dos brazos con buenos biceps encima de una mesa para decantar la balanza, aquí los pulsos se echan en la cama y el que más grande y fuerte la tiene es el que mete baza.
Ahora que ya lo ha explorado por delante, necesita admirar esa obra de arte por detrás, ver ese culito grandote en pompa y su pollón colándose por en medio de la raja, ver cómo traga su vecino hasta hacerle caer rendido de gusto. Antonio por fin reconoce ese algo más que necesitaba saber. Algo le pasaba cuando veía a otros tios en las duchas desnudos, tios con barbita y guapos de corbata en el trabajo. Era como una necesidad de hacer algo más que mirar, algo más que conformarse con ver una picha colgando o una cara bonita, ahora comprendía que lo que necesitaba su cuerpo era ver ese rabo creciendo y a ese tio guapo convertido en un puto guarrete en la cama devorando polla y gimiendo como un campeón mientras se lo follaban.
A Antonio aún le queda por probar algo de un hombre. Lucio le inicita a que abra la boca y él obediente lo hace. Descargando todas las pelotas, Lucio le mete un chorro de lefa que se le cuela hasta la garganta y se le posa dulzón sobre la lengua. Cuando creía que ya se había vaciado, empieza a soltar lefazos uno tras otro, esta vez fuera de la boca, recorriéndole la cara, decorándole los labios. El cabrón no para de regarle la jeta y Antonio se pone tontorrón con tanto semen encima, cierra la boca y va directo a besar y morrear esa polla de la que no deja de rebosar lefa. Bienvenido a Wisteria Saints.