El guapísimo y atractivo Ryder Flynn penetra a Jack Emhoff sin condón con su grandiosa polla | Randy Blue
Just Do Me
Las vistas de la montaña eran espectaculares, pero Jack Emhoff encontró otras mucho mejores cuando se cruzó por la carretera con Ryder Flynn. Era primera hora de la mañana, por allí no pasaba ni un solo coche y eran dos ciclistas que acababan de levantarse para hacer la ruta. El frenazo que dieron al cruzarse fue casi inmediato. Los dos iban con el torso desnudo. El de Ryder era particularmente delicioso, para babear.
El tio, además de ser guapísimo, tener unos ojazos claros y una sonrisa encantadora, estaba cachas. Brazos grandes con fuertes biceps, pecho peludo y una línea desdibujada de vello que bajaba por sus marcados abdominales hasta perderse por unos calzones de pata ajustados que no dejaban lugar a la imaginación, porque al tio se le marcaba todo, desde los huevos hasta la picha larga que tenía acomodada hacia la izquierda, apoyada sobre el muslo.
Jack sabía preciar esas cosas. Sabía que a cualquier tio con el pedaleo, al final se le acomodaba la polla hacia abajo entre las piernas o bien apuntando hacia el frontal si la tenías de tamaño medio, pero que después de varios minutos de pedaleo, a ese se le quedara sobre el muslo, era señal inequívoca de que estaba bien dotado. Jack por contra llevaba un culotte, su cuerpo era más bronceado pero igual de velludo y potente.
Los dos se gustaron nada más verse y pedaleraon juntos hasta uno de sus apartamentos. Si habían pensado ya en su rutina diraria de deporte, paja y ducha, podían ir olvidándose. Jack pudo descubrir en la intimidad que lo que Ryder portaba entre las piernas era incluso más grande de lo que habría podido llegar a imaginar. Cuando se encontró frente a ese falo largo, grueso y enorme, supo que le encantaba. Sostuvo la pija en alto, posó los labios sobre el cipote y se la empezó a mamar con gusto.
No perdieron el tiempo. Ryder se inclinó, le metió la mano por detrás del culotte y con un dedo le empezó a penetrar el agujerito. Llegaron a un acuerdo rápidamente y de forma natural. Uno estaba encantado con esa pedazo de polla y el tio que la llevaba encima y el otro con un culo apretado que satisfaría sus deseos. Jack se tumbó de lado sobre la cama y Ryder le hizo la cucharita por detrás metiéndole toda la barra de carne, haciéndole gemir en alto al sentir toda esa barrena colándose entera dentro de él.
Le cabalgó, se abrió de piernas para él y se entregó en cuerpo y alma cuando le vio inclinado encima. Enamorado de esos ojazos claros, de esa cara, de los oyuelos que se le marcaban al sonreir, de su cuerpo viril y musculoso, se arreó una paja corriéndose encima, dando gracias al hecho de haberse levantado temprano para cruzarse con ese hombre perfecto. Y es que dicen que a quien madruga, Dios le ayuda. Y no sabéis cuánto.