El apetito sexual de Guillaume Wayne se le despertó como una fiera la tener desnudo a Guido Plaza en la habitación, frente al espejo. Por el reflejo veía su espalda y su precioso culito y de frente no tenía desperdicio alguno. Se acercó a él y lo disfrutó como un caramelito. Besos deliciosos relamiéndole esos suaves labios, sentir la caricia de su largo rabo rozándole el pene duro y los huevos, el interior de sus muslos.
Qué buen pollón tenía el zagal. Mira que el de Guillaume era grande, apenas se llevaban un centímetro de longitud y los dos estaban invitados al club de los veinte. Estando tan bien dotados era un gustazo poder morrearse mientras sus rabos se conocían por ahí abajo y se rozaban calientes, duros y potentes, casi iguales, hermanos.
A Guillaume le parecía estupendo, pero no iba a dejarse intimidar por el enorme tamaño del pene de ese chaval. Atrajo el cuerpo de Guido hacia él cogiéndole del trasero, le abrió las nalgas separándoselas con las dos manos y le acarició el ojete del culo haciéndole estremecer, dejándole claro quién iba a penetrar a quién. Plantó una mano en la cabeza de Guido y le empujó hacia abajo para que se la empezara a comer.
Manita a los huevos, Guido observó detenidamente ese falo enorme para ver por dónde empezaba. Estaba durísimo y tieso. Abrió la boca y se lo merendó metiéndose medio rabo dentro, luego tres cuartos. Menudo pito. Con sus gestos, sus contínuas miradas hacia arriba y los sonidos de su boca, dejó claro lo mucho que le gustaba y lo grande que la tenía.
En lugar de forzarse a tragar, jugó con ella rechupeteando el capullo, retorciéndolo sobre su lengua, levantando la verga y comiéndole los huevos, succionándolos con apetito como un buen postre, agarrando el pollón y dándose de hostias con él sobre los morros, paseándolo por encima de su rostro, de sus napias, haciendo rozar el cipote contra los pelos de su bigote.
Descontrolado, mirando lo bien que se la chupaba, Guillaume le arreó una hostia limpia con la mano en toda la cara. A Guido resultó gustarle. Agarró la mano de Guillaume y le animó a azotarle una vez más. Le iban los tipos duros y que le trataran de esa forma en la cama. La cosa prometía, así que Guillaume le apretó por detrás de la cabeza y le obligó a tragar. Toma rabo, hasta el fondo, casi besándole los huevos.
Colocó la otra mano detrás de su cabeza y le mantuvo ahí unos segundos, con el pollón penetrando su garganta. La cara roja, lágrimas en los ojos. Le lanzó sobre la cama poniéndolo a cuatro patas, le comió el culito, descubriendo que ya de por sí lo tenía lubricadísimo y se la metió entera, veintiún centímetros de pollón todos para adentro sin contemplaciones, haciéndole rugir de gusto y dolor mordiendo las sábanas de rabia.
Por cómo se retorcía en la cama, por los sonidos que profería por su boca, se veía que Guido estaba disfrutando de ese pollón. Guillaume le tenía controladísimo. Si Guido se erguía, Guillaume volvía a bajarle la espalda. Le cogía por las caderas agenciándose su rico culito, lo levantaba, le escupía en la boca, le metía los dedos dentro para que los chupara, sintiendo sus labios suaves, húmedos y calientes.
Sentía una atracción irresistible por él. Guido estaba buenísimo. Cuando salió de su interior y le vio de rodillas sobre la cama, con toda la pija larga colgando, se le ocurrió una buena idea, que le cabalgara de lado para poder ver su cuerpo y su rabo mientras se lo follaba. Mira que Guillaume era un tipo duro, pero cuando vio a ese chaval ensartarse sobre su gran rabo y tragándoselo con el culo, le entró un gustazo tremendo, tal que no pudo hacer otra cosa que echar la cabeza hacia atrás de tanto placer que sentía.
La prueba de fuego estaba a punto de llegar, cuando Guido se le sentó encima, los dos frente a frente, sin poder escapar ya del influjo de su cuerpazo musculadito, del roce de su largo rabo sobre el vientre y el abdómen. Mirara donde mirara era un auténtico vicio. Guillaume comenzó a culearle rico y fuerte desde abajo, sin control, y que pasara lo que tuviera que pasar.
Guido empezó a machacársela, avisó de que se corría, que no parara de darle por culo. Tenía a tiro de polla el torso de Guillaume debajo de él y se le corrió encima. Del puto gusto, su cuerpo rozó la inestabilidad y tuvo que agarrarse a la almohada. Los mofletes de su linda cara sonrojados. Su leche calentita surcando los abdominales fuertes de Guillaume, que le dio la vuelta y le dejó abierto de piernas dispuesto a penetrarle una vez más sin condón.
La abertura de la raja de su culito, algo peludete, su rabo grande y grueso arrastrándose por su interior, apretadito, ajustado, en carne viva. Pensó en pedirle permiso para correrse dentro, pero al mirarle a la carita no pudo resistirse a hacer otra guarrada mayor. Le hizo girarse, se pajeó sobre su cara y le colocó una manita en la cabeza para que no apartara la mirada de su pene. Le soltó lefazos blancos y chorreantes sobre la barbita, sobre el cuello, encima de los labios, al lado de la nariz. Con los morros sucios, chupando las delicias de esa polla recién corrida, rebañando el semen que tenía en la cara con una mano y usándolo como lubricante para su propio beneficio, Guido se cascó la segunda.
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@ fotos por Oscar Mishima