Puede que mostrar más interés por unos clientes que por otros fuera en contra de las normas de buena conducta de un dependiente de tienda de informática, pero cuando Bastian Karim veía entrar por la puerta a un tio guapo, no podía evitar ser más simpático, estar más predispuesto y prestar más ayuda de la que se esperaba de él. Diego Reyes, trajeado, con su barbita y esos labios, ojazos encantadores y buen porte le hizo entregarse detrás del mostrador.
Al principio, cuando le habló, no se enteró de lo que le dijo. Tan perdido estaba en sus ojos que no sabía qué quería comprar, así que le invitó a pasar al otro lado y mirar. Mientras Diego buscaba, sintió la mirada del joven dependiente a su espalda vigilándole bien el trasero. Diego era consciente de que lo tenía muy follable y a menudo dejaba que se lo fusilasen a pollazos dándole caña, pero ese día no y menos uno más joven que él. Antes de que Bastian se hiciera ilusiones, se acercó al chaval que estaba bien cachondo, se miraron de cerca, sonrieron y empezaron a darse el lote.
Diego se sacó la verga, que ya tenía bien dura, y el par de huevos por la bragueta, plantó la manita en la nuca del chavalote y le puso a comer rabo. El mostrador hacía de parapeto perfecto por si venía otro cliente. Sólo necesitaba de Bastian desnudarle de cintura para abajo, bajarle los pantaloncitos y darle por culo sin condón, porque en la tienda de informática no había ni uno.
La cosa se fue calentando, descubrió que el chaval gastaba una buena pija y le sentó en el mostrador para chupársela antes de tumbarse encima y dejar que le cabalgara. La mente de Diego estaba demasiado ocupada comopara recordar qué había ido a comprar, pero sin duda, cuando saliera por la puerta, tendría la sensación de que se habría llevado más de lo que esperaba.
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