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Quentin Gainz se declara al capitán del equipo Spencer Laval y consigue comerle la polla y que se lo folle a pelo | Next Door

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Algunos tios de la Universidad tienen una lista de espera más larga que la que pueda haber para comprarse un iPhone nuevo y Spencer Laval, como titular y capitán del equipo de rugby, era uno de ellos. Los rumores de la ruptura con su chavala se hicieron trending topic por todo el campus entre el boca a boca, los mensajes de móvil y llamadas y Quentin Gainz, que estaba coladito por él desde hacía mucho tiempo, perdió el culo para ir a consolarlo a su habitación.

No era para menos. Spencer no sólo se había ganado su popularidad por ser uno de los mejores jugadores de la última década, sino por su espectacular cuerpo, porque era atractivo y por lo que le colgaba entre las piernas. Alguna piba despechada se encargó de pasar ciertas fotos que muchos chicos utilizaban después en la soledad de sus habitaciones para dejar las sábanas bien sucias.

Si Quentin se presentó en su dormitorio, fue porque además le llegaron ciertos rumores de que el motivo de la ruptura era que ella se había enterado de que a él le gustaban los tios. Se prometió que se lanzaría según entrara, pero todo eso se quedó en una promesa, porque al quedarse mirándole a los ojos le intimidó demasiado. Y cuando por fin se animó a besarle, Spencer le hizo una pedazo cobra que lo flipas.

«Joder, perdona, me gustas mucho y he oído por ahí que te molaban los tios«, le dijo mientras pensaba que se lo tragase la tierra. Por lo menos no se había llevado una hostia, algo que le extrañó, así que volvió a declararse y se lanzó como un valiente a sus labios por segunda vez rozando el éxito. Spencer le correspondió y todo fue tan mágico que su varita debajo de los calzones se hizo por lo menos diez centíemtros más larga.

Estaba a punto de hacérselo con el capitán del equipo, el tio más buenorro de toda la uni. Estaba entre sus brazos, comiéndole los pezones, mirando cómo ese tio se agachaba a comerle el rabo, correspondiéndole con una mamada a ese pollón que tanta fama tenía, sentándose sobre sus piernas y saltando con su polla clavada a pelo en el culo.

No podía dejar de flipar mirando ese cuerpazo y esa cara tan varonil mientras se abría completamente de piernas y le enfilaba la polla dentro. El roce de su huevera colgante en el cachete del culo le daba la vida. Lo de buen jugador ya lo demostraba día a día en el campo de juego y estaba claro que la fama como gran follador nadie se la había regalado, se la merecía con creces.

 

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