Flynn Fenix abre el culito para que su entrenador Manuel Skye se lo folle a pelo | Cocky Boys
Con un imán especial para los jovencitos guaperas, a Manuel Skye ya le quedaban pocos chavales en el instituto que no se hubiera llevado a la cama. Algo tenía que despertaba la curiosidad de los mozos que comenzaban a descubrir el sexo. Puede que fuera su cara de macho empotrador, el morbazo que les daba ese daddy cachas o que le hubieran visto en los vestuarios la enorme pija que se mecía entre sus piernas y en el recreo no se hablara de otra cosa, haciendo que cuando los chavales se fueran a casa le dedicaran una paja a escondidas pensando en su miembro viril.
Los que ya habían pasado por la piedra, hablaban maravillas. Decían que cuando se le ponía dura era jodidamente enorme, la más grande que habían visto en su vida. Ni sus padres la tenían así. Cuanto más escuchaba, más cachondo se ponía Flynn Fenix. No había día que no cayera pajote a su salud. Sus compañeros de instituto eran unos putos cerdacos que no paraban de taladrarle la cabeza con guarradas, pero Flynn era un chico más bien tímido que sabía que jamás acaría con ese tiarrón en la cama, excepto en sus sueños húmedos, que eran suyos.
Pero un día se quedó solo en las duchas y el profe de educación física entró después. A Flynn se le cortó la respiración al verlo allí desnudo, bien plantado. No supo si se había dado la vuelta a tiempo antes de que Manuel le viera cómo empalmaba. Supuso que no, porque enseguida sintió una mano acariciándole el culo, luego la otra, las dos separándole las nalgas, el calor del torso atlético y musculoso del profesor protegiendo su espalda, su respiración agitada en la nuca, en la oreja, su pene caliente rozándole la raja, intentando meterse dentro.
«Y así es como caen todos«, pensó Flynn. Un compañero interrumpió lo que iba a ser una follada segura en las duchas, pero lo que había empezado tenían que acabarlo. Manuel invitó al chico a su casa, lo llevó el coche y nada más entrar por la puerta se lo llevó al dormitorio agarrado de la manita. Se desnudaron y Manuel se tumbó en la cama. Era la primera vez que Flynn se la veía tiesa y antes de tenerla frente a su cara dio fe de que era la más grande que había visto nunca.
Le hizo una buena mamada, descubriendo que esa pollaza guardaba un gran secreto y es que rezumaba precum cada dos por tres. Manuel lanzó al chaval sobre la cama, le abrió de piernas y le comió el culete. Flynn no dejaba de sonreir, sumido en ese sueño húmedo hecho realidad. La lengua de Manuel horadando su agujero, el raspado de su barba. Después esa enorme polla entrando dentro de él sin condón, rellenándole el agujero, estampándose los huevazos en el culo. Acabó a cuatro patas recibiendo pollazos, corriéndose sobre las sábanas.
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