James Masterson se pone cachondo luciendo su traje de lucha libre | The Male Muse
Le entendí que si quería que nos ducháramos juntos y entonces me imaginé ese cuerpo desnudo frente a mí, tan varonil e impactante a primera vista, musculadito y algo peludo, algo que haría que se me alzara el rabo enseguida, seguro, hasta que comprendí que James Masterson, al que yo un día conocí en una fiesta como James Castle, no se refería a ducharnos sino a luchar juntos.
Mi dominio del idioma no era todavía muy bueno. James iba ataviado con el traje de lucha libre y le quedaba fantástico. Los delgados tirantes dejaban a la vista unos pectorales fuertes, unos brazos con biceps duros y musculosos en los que se marcaba esa puta vena que me chiflaba en los hombres, que me hacía lanzarme a sus brazos y entregarles el agujero de mi culito sin contemplaciones.
Tenía buenas piernacas, con buenos muslos, por lo que la pernera no quedaba suelta sino que tenía dónde agarrarse. Y ahí en medio, debido a las virtudes que tenía ese traje en sí mismo, presionando el paquete hacia arriba y marcando. Siempre pensé que el traje de lucha libre dejaba en evidencia la dote de un hombre entre las piernas y no estaba equivocado.
James me miró fijamente y se pasó la lengua por los labios. Si no hubiéramos sido dos personas, si estuviéramos en la selva y fuéramos un tigre y su presa, hubiera pensado en huir o en dejarme comer por instinto. La naturaleza es sabia y tiene sus reglas. James se sentó en el suelo, apoyado contra la pared. Comenzó a mirarse a sí mismo, a congratularse con lo mucho que le gustaba su propio cuerpo así vestido, a tocarse el paquete.
La cosa se puso dura por ahí abajo y me miró cuando sucedió, buscando mi aprobación. Ahora fui yo quien se pasó la lengua por los labios, porque sabía lo que venía a continuación. James se bajó los tirantes pasándolos por los hombros, por sus brazos. Se quedaron colgando por su caderas y siguió bajándose el traje. Vi su gran y larga tranca reposando contra su vientre, toda dura y bien gruesa. Se quedó de rodillas a contraluz con la ventana y no podía parar de mirar ese falo largo, grande y empinado mirando hacia arriba, esperando a que yo llegara, me inclinara y comenzara a acariciarlo con mi boca.
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fotografías por @The_Male_Muse