Mientras estaba fregando los platos en la cocina, Marco Di Pietro se acercó por detrás a Vikko Vigo. Empezó a sobarle el cuerpo, a frotarle la cebolleta por el trasero y a echarle el aliento en la oreja. Sentir esas manos fuertes y calientes tocando su pecho ponía a Vikko perraco perdido, al punto de alargar las manos hacia atrás para agarrarse en sus muslos y luego, de forma más atrevida, meterle un agarrón a ese voluminoso paquete.
El grandullón quería guerra de buena mañana y Vikko se la iba a conceder. Se giró, le miró a los ojos con vicio y juntos se fueron hacia el sofá. Cuando Marco se sentó en él, Vikko no sabía por dónde empezar. Marco se había recostado dejando todo su musculoso y potente cuerpo vencido para que su compañero hiciera con él lo que le viniera en gana. Estaba tan rico con ese cuerpazo tan grande que tuivo que centrarse. Los pectorales eran una fantasía, pero mucho más el rabo que dibujaba su forma erecta bajo los calzones, recostado hasia la cadera.
Agarró la goma de los gayumbos y tiró hacia abajo no sin que su corazón de desbocase. Le bajó la goma por debajo de los huevos, enderezó esa enorme tranca de casi veinte centímetros grande y dura hacia arriba como una poderosa lanza y se la masturbó con la boca metiéndole una buena mamada. Menudo pollón. Era un puto festín que traía a Vikko to’ loco. Chupa que te chupa, ayudándose con los labios y pajeando con la mano tatuada, aunque ahora sólo le cupiera algo más de la mitad del rabo por la boca, se la estaba dejando bien limpia.
La boquita, la lengua, el buen hacer y lo guapo que era ese cabrón, mantenían la erección de Marco por todo lo alto. Tenía buena mano y se le daba de lujo manejarse con grandes pollas como la suya. Marco se puso de pie y se enfrentó al reto de mirar esa carita guapa desde arriba, esos ojazos que de vez en cuando le lanzaban una mirada que le desvalijaba los huevos, pensando si se merecía una descarga, algo que le hubiera dejado bien satisfecho pero que a la vez le hubiera separado de su culazo durante los minutos que volviera a recuperar la erección.
Pensó en hacerlo, porque estaba seguro de que con ese tio buenorro iba a tener la chorra preparada al instante. Le encantaba ver cómo se la chupaba, cómo salía su enorme cipote mojado entre sus labios y cómo se la sostenía sobre la carita, con la punta en la nariz, rozando los pelos de su bigote, deslizando su cálida lengua por la parte baja de su miembro para volver a metérsela dentro de la boca.
El pollón duro, grande y venoso de Marco daba para tanto que Vikko llegó a rezarle, colocando las dos manos alrededor de la polla, juntitas, implorando su leche. Vikko posó la smanos en sus muslos y cabeceó con rapidez masturbándole la polla tragándosela a bocados. Marco se hizo con el control de su pirula, se la levantó hacia arriba, colocó una mano en la parte alta de la cabeza de Vikko y le invitó a comerle los huevos.
Le giró un poquito la cabeza para poder ver cómo se los lamía y se los succionaba. Era tan guapo y le estaba haciendo tal momumental trabajo entre las piernas que no iba a necesitar condón para hacer resbalar el pene entre las paredes de su ano. Vikko tenía todo. Se colocó a cuatro patas en el sofá, poniendo las rodillas en el reposabrazos para mantener el culazo en alto y Marco le coló los morros dentro de la raja de ese trasero de lujo, blanquito, redondo y suave.
Al sentir el roce de los labios, la puntita de la lengua atravesando su orificio y las manos calientes de Marco agarrando sus piernas, Vikko se deshizo de placer soltando unos sonoros gemidos. Marco no paraba de comerle el culito como si fuera una sabrosa almeja, de palmear sus nalgas, de amasarlas entre sus manos. Se metió dentro de él atravesándole con el falo sin condón.
Gozó tanto de la primera penetrada que los huevos se le pusieron por corbata, literalmente. Uno de los cojones viajó por libre y se le subió al lado de la base del rabo. Se acopló dentro de ese culazo hasta tenerlo rebotando sobre sus caderas. El pollón entraba super apretadito. Se echó un poco hacia atrás y bajó las revoluciones para admirar cómo su rabo entraba y salía lentamente por ese agujero.
Para entonces Vikko había entrado ya en otro universo, en uno donde ya no era él, pero en el que a su vez podía sentir todo mil veces más. Se había convertido en un animalillo abandonado al placer, recostado sobre el sofá, gozando como un perro. Volvió a la realidad para coger al toro por los cuernos, sentarse sobre las piernas ese terapeuta sexual y entregarle su culo cabalgándole encima.
Después de masturbarle la polla con las nalgas, se hizo un ovillo en un rincón del sofá abriéndose de piernas, Marco le lanzó un escupitajo directo al agujero y se la metió entera. Era la primera vez que lo hacían estando frente a frente. Vikko se puso cachondísimo mirando ese cuerpazo entregado y musculoso encima de él, sintiendo todo su enorme rabo metido dentro de su culo. Marco se deshizo en honores hacia la boquita del chaval que tan buen trabajo le había hecho mamándole el rabo. Le metió el pulgar en la boca y le rozó los labios dulces y húmedos.
Entonces Marco empezó a romperse. Su cara se ruborizó por completo, sus músculos en tensión, su respiración cada vez más agitada, su cara reflejando el enorme gusto que sentía. Y a pesar de eso no salía de su agujero. Vikko le dejó, le permitió que le preñara por dentro. Colocó una mano en su espalda y sintió en el interior del ojete cada oleada de semen invadiendo su ano.
Al sacarle la polla, le agarró el culo con las dos manos y no paró de dedearlo y zarandearlo hasta que vio salir su leche por el agujero, dulce y cremosa. Vikko le sonrió y aprovechó para darle un puñetazo en esos pectorales tan duros. Con Marco de rodillas frente a él, se agarró la polla y se corrió encima soltando una buena descarga de lefa y mirando a Marco para ver si le gustaba lo qe había conseguido. Juntaron las pollas recién corridas. Aunque Marco la tenía más tocha y gorda, la tenían del mismo tamaño. Gemelos de rabo.
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@ fotos por Oscar Mishima