Sus respectivos grupos de amigos les dejaron abandonados a su suerte en medio del festival. No sabían qué les había ocurrido a estos dos, pero que habían tenido un flechazo era un hecho indiscutible. Fue mirarse, intercambiar un saludo con dos besos y se olvidaron de la música, de los amigos y de todo el mundo a su alrededor para dedicarse a fundirse en un interminable morreo que hasta a ellos les estaba poniendo los pitos duros por debajo de las braguetas.
Si alguien hubiera entrado en la mente de Alexis Clark cuando conoció a Randy Junior, habría descubierto el secreto que a sus amigos se les escapaba. Veía en él a un cachorrito que le robó el corazón y que le despertó otra cosa bien larga y grande que tenía entre las piernas. Su carita tan mona y a la vez tan gamberra, esos ojitos, cómo miraba, lo bien que le sentaba la ropa y el cuerpazo que se intuía debajo de ella.
Si se hubieran colado en la cabecita del jovencísimo Randy, se habrían enterado de que lo que le molaban eran los tios mayores que él, más altos, atractivos y fuertes como Alexis, su mirada penetrante, una sonrisa mortal y la forma en la que le cameló con el primer beso, metiéndole toda la lengua y haciéndole un trabajito flipante ahí dentro.
Randy no fue tonto y tanteó el camino hacia la cama. Mientras se estaban morreando, fue directo al paquete. Cuando notó que ni la palma de su mano podía abarcar el rabo entero de ese machote, se le puso durísima. No contento con eso, le metió la mano por los detrás de los vaqueros paseándole un dedito por la raja del culo. Al sentir que lo abría y se contoneaba como un gatito ronroneando, le gustó mucho más.
«Cabrones, iros a un puto hotel, que al final vais a acabar follando en la pista delante de toda la gente«, les espetó un colega despertándoles de su profundo sueño. Los dos se rieron al ver que habían trempado como campeones y eran el centro de atención por las banderas que se les marcaban por delante y se fueron a alquilar una habitación de hotel para disfrutar como perros.
Descubrieron que las intuiciones acerca de lo que habían sentido emocionalmente y palpado con sus propias manos el uno del otro eran ciertas, aunque a Alexis aún le quedaba un gran secreto por descubrir y no tardaría mucho en desvelarlo. Randy era ese muchachito gamberrete y a la vez tierno que se dejaba hacer y Alexis hacía valer el tamaño de polla que le había regalado la sabia naturaleza.
Fue cuando los dos se quedaron en gayumbos, cuando Alexis notó que ese chavalín tenía algo muy grande entre las piernas. Le encantaban ese tipo de sorpresas y por ese motivo le gustaba tanto conocer a chicos nuevos. Cuando esperaba un pasivazo que se dejase meter tranca, zasca, va el tio y le sorprende con una mandinga larga, gorda, bien tiesa, descapullada y con un cipote grueso para deleitarse con él en la boca.
Quién le iba a decir que sería él el primero en chupar polla, en tener la mano de Randy bien apretada por la parte traser a de la cabeza, obligado a comer rabo hasta los huevos. No le importó soltar unas cuantas lágrimas por una pollaca así de buena. Le hubiera encantado tener un rabo así que alcanzase tal grado de inclinación, pero es que lo suyo era harina de otro costal.
Se levantó, se bajó los calzones y le presentó a Randy su enorme y gigantesco plátano, colgando y meciéndose como el enorme pitorro de un caballo. Randy se la cogió con ganas metiéndole un buen pajeo y se la calzó en la boca. Menudos labios tenía el cabrón y cómo la hacía resbalar entre ellos. Por un momento Alexis tuvo que apartar la vista, porque de haber mantenido la mirada en esos ojitos y en esos labios descapullándole el pito, le hubiera metido lefa por la boca sin parar con la manguera.
Pronto se acostumbró a la mamada, a la fuerza con la que le apretaban los labios. Respiró hondo y por fin pudo mirar esa cabeza guapísima que se enzarzaba con su rabo en un quiero y no puedo, no sin seguir deseando darle todo el cariño rebosante de sus pelotas. Y cuando menos se lo esperó, llegó el niñato cabrón y se metió la polla hasta el fondo, paseándola por su garganta, besándole los putos huevos.
Para qué estar comiéndose los rabos esperando turno, debieron pensar. Alesis se quedó sentado en el sofá y fue Randy el que muy hábilmente se amoldó a ese hombretón de tal forma que se quedaron haciéndose un sesenta y nueve. Con el calorcito de un poderoso rabo deslizándose entre sus pectorales, Alexis presentó su ávida lengua al ojal de ese mamoncete.
Randy, que seguía devorando el suculento plátano, se lo tenía que sacar de la boca y gemir de gusto cuando notaba que algo se introducía más de lo debido por el agujero de su culo. Era un chico que aprendía rápido en la cama y tenía muy claro lo que quería. El que no lo tenía tan claro en ese momento era Alexis. Cuando se vio a sí mismo taladrando desde arriba la boca de ese zagal, pero a la vez paseando la entrepierna por su linda carita para ponerle el ojete a punto de caramelo, sintiendo la lengua del chavalín lamiéndole el agujero, comprendió que algo se le escapaba, que tras ese puto encuentro no volvería a ser el mismo.
Tenía tan claro que iba a enchufar la polla a ese mamón hasta reventarle y ahí estaba, sin pensárselo dos veces, deslizando su cuerpazo por el de Randy, hundiéndose la polla de ese bandido dentro de su culo, sin condón. Le pasó las manos por detrás del cuello, se le quedó mirando fijamente sin decir nada, disfrutando de ese momento tan especial, contento por haber decidido, casi sin meditarlo, que ese chavalito tan guapo fuese el primero en invadir su cuerpo.
Tras ese instante de deseo, le metió caña. Lo llevaba en su interior. Tanto tiempo siendo él el empotrador, la energía fluía dentro de él como un río desbocado. Ese pollón gordísimo, empinado y duro merecía traca. Saltó encima de la verga con fuerza, metiéndosela enterita desde el cipote hasta los huevos. Joder con la polla de ese cabrón, había dado de sí y había crecido casi el doble desde que se la metiera en la boca por primera vez.
Volvió a abrazarse a su cuello pero esta vez por una razón muy distinta, porque Randy había tomado el control y le estaba bombardeando el culo a pollazos desde abajo. Apretó bien la cara del chaval contra su pecho y dejó que salieran a la luz esas nuevas sensaciones que estaba experimentando. Nunca estaba de más comprender lo que otros sentían cuando les metías la polla. Sentirse como una buena puta, gimiendo mientras te metían un pedazo pollón por el culo, no entraba dentro de sus planes.
Randy sabía lo que tenía entre manos. Contaba con que, a primera vista, su aspecto de chavalín le hacían irresistible para que hombres con buenos mangos desearan clavársela por detrás, pero muchos terminaban rindiéndose a sus otros encantos y acababan poniendo el culo. No habría podido decir si lo que más le gustaba era atravesar las entrañas de ese guaperas de Alexis con su enorme rabo, tener su banana rebotando todo el tiempo sobre su vientre dándole unos buenos manguerazos o ponerse a cuatro patas para que le diera por culo.
Y es que Alexis necesitaba desfogar toda la energía tanto como Randy recibir un poco de cariño, así que el chaval acabó plantando las rodillas y las manos en el suelo, Alexis cobijó el culete suave entre sus muslos y le jodió con toda la trompeta hasta el fondo, sin contemplaciones, a pelo, como un animal. Parecía como si se hubiera comido montones como esa tan grandes, a juzgar por la forma en la que meneaba el culete de adelante hacia atrás y lo fácilmente que se la tragaba.
En aquella habitación de hotel, el deseo dejó paso al desenfreno. Se turnaban para meterse las pollas sin condones el uno al otro. Uno se sentaba en el suelo y el otro se empalaba la polla. Y mientras cogían el rabo y se lo iban insertando, acercaban las caras y se miraban fijamente con pasión, echándose el aliento de los gemidos. No sabían decir si era la alegría de un pollón jodiéndote el ojal o amor, pero entre los dos había algo que sólo se podía explicar sin palabras.
Ahora era Randy el que se agarraba al cuello de Alexis y el que gemía como una buena zorra pegando saltos sobre la gigantesca pollaza de su hombre. No era lo mismo que le hubiera dado por detrás a sentarse encima. Alexis ayudó a que entrase toda a lo ancho y largo agarrándole los cachetes del culo y expandiéndoselos para que se la comiera toda enterita.
En un rápido movimiento, fue Alexis el que ahora se puso a cuatro patas mirando hacia el sofá y Randy el que amoldaba ese culazo entre sus piernas para rellenarle el agujero de rabo. Les costaba salir el uno de dentro del otro. Se lo estaban pasando de puta madre. Todo lo que daban, lo recibían con creces de la misma forma antes o después.
Alexis tenía muy claro desde el principio dónde quería meterle la corrida. Se puso en pie y se pajeó la polla sobre la cara despierta de Randy, que abría la boca y sacaba la lengua esperando recibir su premio. Descargarse los huevos sobre la jeta de ese chaval tan lindo fue fácil. Daba gusto ver cómo no se retiraba al recibir la ducha de mecos ni cerraba la boca cuando le caían sobre la lengua.
Los retuvo ahí y sólo cerró la boca para saborearlos, dar un morreo rápido de leche a Alexis e intercambiar posiciones. Igual que habían estado haciendo todo el rato mientras follaban, las corridas no iban a ser distintas. El que daba, recibía. Lo mismo o más.
Randy se cascó un pajote sobre la cara de Alexis. El rabo completamente recto y duro a punto de explotar. La leche irrumpió por la raja de su cipote como la emanación de un volcán, deslizándose por la parte superior de su gordo cipote y chorreando por la piel del rabo, mientras por la punta de la polla seguía manando una abundante fuente de leche blanca que Alexis se encargó de atrapar con los labios.
Alexis miró hacia arriba y abrió la boca para enseñar a Randy toda su lefa sobre la lengua y entonces el chaval le sorprendió con su as en la manga. Había retenido la leche de Alexis en la boca y se la lanzó con un escupitajo firme desde arriba, dejándola caer sobre su rabo, la boca y como un lingote extra sobre el pelo de Alexis. El morreo que iniciaron entre tanta gente, acabó con otro a solas, pero esta vez compartiendo el sabor de sus pelotas.