Subes en el ascensor con tu vecino de puerta a puerta Tyler Berg. Os saludáis y habláis del tiempo como se suele hacer en este reducido espacio. Va trajeado, todo apuesto y ves cómo con las dos manos se agarra las solapas de la chaqueta para cerrarla. Está mazao y la tela cede ante los músculos. Llegáis al piso, os despedís y cuando escuchas la puerta cerrarse tras él, te preguntas cómo es posible que un tio tan formal y caballero puede gemir como un condenado cuando se lo follan.
Porque las paredes no mienten y la verdad se oculta detrás de ellas. Lo escuchas cada día, cada noche. No entiendes cómo puede ser que sin llamar nadie a su puerta, al rato esté follando. El ruidito de los muelles de una cama y los gemidos de dos hombres te dan para una buena paja al día. Pero sólo puedes imaginar. Te encantaría cruzar esa puerta, esa pared y descubrir esa verdad.
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Si pudieras hacerlo comprobarías que este caballero tiene un secreto, que el dicho es cierto, que donde hay un hombre formal en la calle, hay toda una puta en la cama. Tras la puerta de una de sus habitaciones tiene a su esclavo Dato Foland para cumplir todas sus fantasías sexuales, para calmarle las ganas de sexo, para reducir su nivel de ansiedad que trae del trabajo a casa.
A Tyler le encanta tener a ese tiarrón tan musculoso, guapo y pollón. Le satisface aliviar las tensiones del trabajo enganchándose a su rica y encapuchada polla, sentirla crecer entre sus labios y, cuando la tiene completamente dura, liberar al esclavo de sus ataduras y dejar que le de por el culo. Y lo relajado que se queda cuando Dato se le viene encima. Le gusta recibir sus chorros de frente, esos disparos con cantidades ingentes de leche caliente que le salpican la cara y le dejan mojado todo el traje, con pegotes de semen sobre su barba que después se dedica a relamer como un buen postre.
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