Sir Peter cocina a pelo el culazo de Santi Konnor con su gorda y enorme polla | Fucker Mate

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Pues no le echaba morro ni nada el tio. Mientras que Sir Peter se la pasaba cocinando para la cena, Santi Konnor se ponía a bailar encima de la mesa de la cocina como si fuera un chico gogó. Confinados en casa, no quedaba otro remedio. Le estaba tocando tanto las pelotas que cuando Santi le preguntó si se animaba a bailar un poco, Sir Peter fue contundente respondiéndole que no quería bailar, sino follar.

Así, a bocajarro que se lo soltó. Santi se puso tan cachondo viendo a ese hombretón portugués de espaldas anchas, que paró en seco y se dejó bajar los pantalones vaqueros. Peter lo cogió de las nalgas y lo atrajo hacia su cuerpo para darle uno de esos besos que no se los da a nadie, con lengua y mucho deseo, tanto que Santi se quedó casi en volandas colgado de ese cabrón, asiéndole la mandíbula con sus manos, derritiéndose de gusto.

La protuberancia de los calzones rojos no escapó a la vista de Santi. Notó cómo iba creciendo a cada beso y cuando se puso a la altura del paquetón el tio ya lo tenía enorme, con la pija dentro montando una descomunal tienda de campaña a punto de romper los gayumbos. Santi se la comió, así con tela y todo.

Fue tirando de la goma de los calzones hacia abajo, descubriendo los pelánganos fuertes y negros de la base de su rabo. Dio un último tirón y la polla morcillona salió despedida, rebotando contra sus morros, regalándole a sus napias el olor de un pollón de macho largo, gordo y caliente. Santi cerró los ojos para sentir mejor ese aroma de hombre, sacó la lengua recogiendo el cipote y se metió dentro de la boca ese jugoso pito todavía en parte blandito.

El cipote estaba delicioso. Lo cobijó un rato entre sus labios sintiendo cómo le rellenaba la boca. A Peter se le había puesto ya casi completamente dura. Santi hizo el amor a esa enorme verga besando su tronco grueso y venoso, lengüeteando con habilidad la rajita del capullo, sosteniendo la polla entre sus dos manos como si rezase y pajeándola, dando gracias por tener a un machote así de bien dotado para los días que estaban por venir.

Menuda cacho pirula. Fue un valiente intentando tragársela entera, ayudado por su dueño, que empujó su cabeza un poco por detrás con la mano. Rozó el escroto arrugadito con el labio inferior y se quedó a menos y nada de tener esa jodida tranca totalmente cubierta.

Toda saliva que pudiera donar a ese rabo era poca. Quería lubricarla bien para que no tuviera que sacar un condón del bolsillo. Le chupó la barra y los huevos. Le miró a la cara, esa cara de machote empotrador que tanto le ponía, tan serio y decidido, observando cómo su rabo se mojaba de babas. Estaba en manos de un experto capaz de sacarle todo el jugo a una gigantesca polla como la suya.

Así le gustaban a Santi, de pelo en pecho, con una buena polla dura empinada en un ángulo casi recto. Le relamió los alrededores del cipote y acto seguido se dirigió a la cocina, poniendo un pie en la encimera, abriendo el culo, dándole la espalda. Peter le comió el ojal, se levantó y le metió dentro toda la verga sin condón.

Entraba tan holgadita que eso le dio una idea de la de pollas que se habría comido ese mamón, tan grandes como la suya. Si eso era así, no tendría problemas en que lo machacase como a una buena puta, metiéndole una buena somanta de pollazos por el agujero para calmar su hambre de rabo.

Se lo quería montar en el sofá. Peter ya estaba allí, haciéndose una paja. Santi se puso encima, quitándose las zapatillas y los calcetines. Esnifó las zapas y el olor a pies le puso tan cachondo que se zampó de nuevo la polla de Peter, primero por la boca y después calzándosela por el culo, sentándose encima, sintiendo cómo esa barrena le perforaba cada centímetro de su hambriento culazo.

Montó a caballito, al trote lento, dejando que Sir Peter admirase su precioso culo tragándose toda su gigantesca polla, haciendo que deseara rellenarlo con su leche. La tenía tan dura y empinada que cualquier movimiento de más hacía que se saliera y le diese una buena hostia en la barriga. Este jueguecito de placer que acababan de descubrir les dio para rato. Fue como penetrar un fleshjack apretadito varias primeras veces.

Juntos se fueron a la cama. Santi se puso sumisamente a cuatro patas y detrás de él, de rodillas, Sir Peter el encasquetó el pollón a pelo. Al tio se le daba tan bien zumbarse traseros que hizo que Santi acabara besando las sábanas con las piernas abiertas, dejando que ese tio tan varonil le hiciera de todo.

Santi se dio la vuelta para admirar a ese pedazo cabrón. Sabía que si lo hacía antes se correría de gusto, nada más ver su cara, así que espero hasta el final. Miró esa carita serie, su barba, su torso musculado y peludo, sus abdominales, sus brazos fuertes. Y se corrió, empapándose los dedos de la mano que pajeaba su rabo.

Se revolvió sobre sí mismo hasta dejar la cabeza junto a la entrepierna de ese machote. Lo quería en la carita. Unos gemidos anunciaban el desafío. De ese pollón gordo y erecto comenzó a brotar la lefa. Chorretes cortos que a veces salían disparados y otras se quedaban pringando sus morros. Cuando Sir Peter se soltó la polla recién corrida, Santi se hizo con ella y se la rebozó por toda la cara, sintiendo su calor, mojada con semen. Le chupó el cipote, por el que todavía manaba alguna que otra gota de esperma. Se lo iba a comer todo de ese hombre al que tan bien se le daba hacer la cena.

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