Dylan Anderson y Billy Bones se comen los rabos en la habitación de hotel | Bentley Race
Todavía no habían podido olvidar ese momento tan especial que vivieron en la bañera, por eso nada más verse, Dylan Anderson y Billy Bones volvieron a recordar el roce de sus cuerpos, los periscopios sobresaliendo por la superficie del agua y los submarinos de sus culos bañados en agua y jabón desplegando la artillería hasta abrir la escotilla.
Fue lo primero que hizo Dylan, poner a cuatro patas a Billy y bajarle los vaqueros por la parte de atrás, comprobando que ese culazo estaba en la misma buena forma en la que lo había dejado antes de bombearlo con su polla. Después se puso contra la ventana y dejó que Billy bajara a relamerle la polla. Sentir de nuevo esa lengua húmeda y caliente, viciosa, recorriendo su tranca desde las bolas hasta la punta le hizo estremecerse.
Habían llegado a la habitación de hotel vestidos informales, con los vaqueros rotos y camisas de leñador. Ahora estaban desnudos, con los calzones por los tobillos, las zapas puestas y tragando rabo. No había agua ni espuma, pero la pasión era la misma. Billy apoyó sus manos sobre la cabeza de Dylan y apretó hacia abajo obligándole a encasquetarse el pollón y su gordísimo cipote hasta las trancas.
Ben, que estaba haciendo las fotos, por primera vez enfocó hacia el suelo. El morbo no sólo estaba en la acción en sí misma, sino también desperdigado por los rincones. La ropa tirada por el piso, el sonido de dos tios alimentándose de rabo, saciando sus ganas de mamar, gimiendo mientras lo hacían. A veces no hacía falta mirar para ponerse cachondo, bastaba con escuchar e imaginar lo que otros estaban haciendo.