Rex se aprovecha del culito de Juninho metiéndole su enorme y durísimo pollón a pelo | Voyr
Podría parecer inmoral a los ojos de todos los que estaban en el bar. Rex y Juninho no estaban sólo tomando una copa en la barra, entre ellos se apreciaba a la legua que saltaban chispas. Caricias, tonteos y un morreo que llamaron la atención de todos los clientes. Y no hubiera sido tan chocante si no llega a ser porque entre los dos debía haber una diferencia de edad plausible, por no hablar de la corpulencia de uno y de otro. Era como ver a un daddy con su chaval.
Por respeto a su clientela, el camarero les sugirió que se fueran a echar un polvo a otro lugar y así lo hicieron. Ninguno de los dos recordó después en qué momento perdieron toda la ropa y se quedaron en bolas. Si le preguntamos a Juninho dirá que el primer recuerdo que tiene es el de sentir la enorme y gigantesca polla caliente de Rex en su cadera, rozándosela, toda dura y caliente.
De haber podido ver esa escena, los clientes del bar se habrían escandalizado mucho más, o puede que alguno se quedara en la mesa frotándose el rabo, porque las vistas eran deliciosas para los sentidos. Juninho, un chaval joven y delgadito, en brazos de un hombretón con el cuerpazo de un armario empotrado, peludo y viril. Eso se la ponía dura a cualquier tio al que mínimamente le gustara explorar caminos alternativos en su sexualidad.
Antes de llegar a la cama, Rex jugueteó con ese culito que iba a ser suyo y de madie más. Lo tanteó con los dedos, abriendo camino con las manos, desplegando sus nalgas para encontrar el camino hacia la satisfacción de su interior. Se dio por satisfecho cuando, tras colar un dedo grande y fuerte por el ojete del chaval, este se dejó llevar de gusto y le echó el aliento y el gemido en toda la boca.
De rodillas en la cama, a ver cómo se las ingeniaba para atrapar el pedazo de pollón que Rex tenía entre las piernas, completamente tieso, apuntando hacia el chico. Juninho se inclinó y se metió por la boca una de las pollas más hermosas y gordas que había probado en su vida. Se la mamó con ganas, pero a veces las ganas no eran suficientes para comerse una polla como esa enterita.
Por mucho que abriera la boca, el tope estaba en su garganta, por la que no cabía ese grueso pollón, al menos no en su totalidad. Rex lo intentó, cogiendo su cabeza con las dos manos, dirigiendo la comida, pero los labios mojados del chaval siempre se quedaban en el mismo punto, un poco más allá de la mitad de su gran polla.
En esa cama, los dos sabían lo que querían: Juninho jugar con ese rabaco y Rex preparar el culito. Rex se puso encima de Juninho mirando hacia su trasero, haciendo un sesenta y nueve. Le dejó chuparle la verga mientras él se abrazó a su culazo y se lo abrió como una almeja, atosigándolo con la lengua y dando lo mejor de sí. Lo tenía hecho a su mano.
Le dio la vuelta sin mucho esfuerzo. Juninho era como un juguete en la cama en manos de ese perro domador. Le puso el culete hacia arriba y comenzó a explorarlo con sus dedos, con la boca, con la lengua, echándole el aliento dentro del ano. Le bajó el culete a media altura, hacia donde apuntaba su polla tiesa, le dio palmaditas con el cipote en el ojal y tras embadurnarse la punta del rabo con algo de saliva, empujó para adentro.
Las primeras estocadas con su polla desnuda dentro del chaval fueron una delicia. Juninho gemía y se deshacía de placer. Rex se inclinó encima de él tomándole posesión y le hizo el amor. Ese cuerpazo musculoso, grande viril y peludo sobre un chaval indefenso y enamorado que sólo hacía que tragar polla. Lo que habrían pensado los clientes del bar si se hubieran puesto a hacerlo allí mismo.
Lo que su boca no había tragado, que su culo lo hiciera. Juninho se puso a cuatro patas y empezó a culear hacia adelante y hacia atrás. Rex se quedó quieto, mirando hacia abajo, dejándose cascar la polla. Luego volvió a tomar el control. Se abrazó a Juninho por detrás y le hizo suyo. No podía dejar de amarle. Era impresionante lo mucho que le quería en ese momento. Lo demostró clavándole la polla hasta los huevos. Una y otra y otra vez.
Sus gemiditos eran la música que necesitaba para seguir bailando. Estaba a punto de dejarse llevar, de desatar la sinfonía dentro de él y regalarle todo su semen. Pero la idea de ver ese cuerpecito saltando sobre sus piernas pudo más. Se tumbó y Juninho demostró lo bien que se le daba cabalgar a lomos de un buen semental. Hecho su agujero ya al tamaño de ese descomunal rabo, se inclinó sobre Rex y empezó a triturarle la polla con el ojete.
Le hizo un buen pajotazo antes de que Rex le abrazara, lo cogiera en volandas y se pusiera de pie para follárselo, impulsando su cuerpo hacia arriba para después caer tragando polla. Qué hombre, qué fuerza, qué hombros tan grandes, que pedazo de polla tan dura. Rex dejó caer a Juninho bocarriba en la cama y se lo folló a pelo. Le desvirgó el culo metiéndosela a toda hostia. Juninho gemía de dolor, pero Rex le plantó la mano en la boca para que se callara y siguió dándole rabo.
Le dio media vuelta dejándolo bocabajo, se puso encima de él en posición de flexiones y le cubrió por detrás. Ese culazo de macho, tan potente, blanquito, sudado y peludo, subiendo y bajando, haciendo lo mejor que se le daba hacer, dar caña. Y entre sus muslos, los huevos bien marcados, su pollón al rojo vivo entrando y saliendo por el interior del agujero de un chico que perdía las fuerzas en cada intento, que se dejaba hacer.
Juninho pidió a Rex que volviera a follárselo por última vez bocarriba. Quería ver su cara y su cuerpazo, toda su energía, dándolo todo, mientras se cascaba una paja. El chaval se corrió encima y justo al momento Rex salió de su interior y nada más sacarla un chorrazo salió disparado mojando el cuerpo del chico. Una vez se hubo sacado el vicio de dentro y toda la rabia, volvió a meterle el pene por el agujero y se lo folló calmadamente. Iba a seguir haciéndolo hasta que, una de dos, o se le quedara tan floja que se le terminara saliendo sola o que volviera a ponerse bien dura para volver a intentarlo de nuevo.