Pasea entre los restos del campamento militar de la zona de guerra que dejó atrás hace ya diez años. Allen King se agacha y recoge del suelo unas briznas de hierba recordando a aquel chaval primerizo que hacía lo que fuera por contentar a sus superiores. Recuerda sobre todo esa empotrada que le metió el comandante Paddy O’Brian. Cierra los ojos y no puede olvidar esa pedazo de polla con su enorme cipote, los ojazos que le miraban con pasión y ese cuerpazo desnudo y cachas que se ponía en acción para darle bien duro por el ojete.
Tenían razón cuando decían que en la guerra cualquier hueco es trinchera. Lo comprendió quizá demasiado joven, cuando el comandante le pidió a él y a otros tres soldados que le metieran un gang bang. Maniatado, le follaron entre todos ese culo de macho y le metieron un sonoro bukkake bien cargadito de leche. Rememorar ese cuerpazo guapo lleno de semen le vuelve loco y se le empieza a poner dura. Otra vez.
Y ahora, diez años después, por los caídos, volverán a encontrarse. Paddy parece haber tenido la misma idea que él antes de la ceremonia. Le reconoce al instante a través de la ventana de uno de los vehículos al verle acercarse. Parece que el tiempo no haya pasado por él. La misma cara que le ponía cachondo, la misma mirada y más barba, lo cual le hace incluso más atractivo todavía.
El comandante frena el paso cuando le ve. Allen sí ha cambiado bastante. Más guapo todavía de lo que ya lo era. Era apenas un pipiolo cuando se le ocurrió follarle el culo, pero es que estaba buenísimo el cabrón. Sólo de recordar ese cuerpecito bailando a su son, ensartado en su gorda polla, también a él se le empieza a poner dura. Se acercan y reconocen lo mucho que se han echado de menos.
Tan pronto como Paddy intenta explicarle que ya no es el hombre de antes, que olvide todo lo que pasó, una simple mirada más hace que la pasión vuelva a desatarse. Una miradita tras el vehículo para ver si a algún soldado más del pasado se le ha ocurrido pasear por la zona y al ver que no viene nadie, Paddy conduce a Allen detrás del camión para que nadie les vea y se lo come a besos.
El chaval se lanza a sus brazos, con las piernas rodeando sus caderas, dispuesto a abrirse de piernas para él una vez más. Al quitarse la chaqueta militar, la camiseta negra de tirantes que lleva puesta debajo se le sube un poco, descubriendo que está más cachas que antes. Qué hombros, qué biceps, qué rico está. Cuánto echaba de menos estar con un chico como él.
Allen también echaba de menos una cosa y quiere ver si ha cambiado algo por ahí abajo. Se agacha y poco a poco va desabrochándole los botones de la bragueta. Qué pelazos tiene en la base el colega. No puede esperar más. Mete la mano a fondo y no tarda en salir el mismo pollón que tan buenos momentos le hizo pasar. Largo, grueso, con el mejor cipote que ha visto nunca.
Le baja los pantalones, se la agarra y se la mete en la boca para disfrutarla. Paddy se agarra a la parte de arriba del camión. Sentir de nuevo esos labios amasando su pollón le excita y hace que le flojeen las piernas del puto gusto. Allen saborea una y otra vez la joya de la corona, ese cabezón grande y suave que se asemeja a la bola de helado de un cucurucho italiano, le relame el nabo y se dirige a sus pelotas. Las pelotas de un comandante.
El comandante coge la cabeza de Allen colocando una mano detrás y le folla la boquita. Cierra los ojos escuchando ese soniquete que hace su rabo al propasarse y penetrar su garganta una y otra vez. Allen se levanta con los pantalones por los muslos, la polla fuera. Se quedan un rato ahí de pie, frotándose los rabos, morreándose, haciéndose unas pajas.
El soldadito se queda casi desnudo, con los pantalones por los tobillos. Paddy se emociona al ver lo cachas que está, le coge de la cadera dispuesto a darle lo suyo, pero entonces sorprende al chaval poniéndose de rodillas y comiéndole la polla. Eso es nuevo. No recuerda que el comandante se comiera alguna. Da igual, disfruta y también se encarga de follarle la boca.
Una corta pero intensa mamada antes de darle la espalda. Madre mía. El mismo culazo pero más potente. Redondito, blanco, delicioso, suave. Paddy entiende una vez más por qué cayó en la tentación entonces y por qué va a volver a caer e ella ahora. Empuja la base de su polla con el pulgar dirigiendo el misil hacia el objetivo y con un gemido desgarrador al sentir la fuerza de ese ano atrapando su pene, se la mete, esta vez, a diferencia de hace diez años, sin condón.
«Cuánto he echado de menos este culito«, confiesa el comandante todo excitado mientras atraviesa su cuerpo con la espada. Puto cabezón que lleva por bandera, desgarrándole todo el ojete, pero en cuanto consigue entrar, la follada va sola, eso sí, con el pene tan ajustado que ahí dentro no cabe nada más. Una mano fuerte y caliente le sube una piernas para abrirle el culo y que entre mejor. Para no perder el equilibrió, Allen se agarra al cuello del comandante y le mira a los ojos.
Diez años y no ha perdido ni un ápice de esa fuerza que le caracteriza follando, de esa rabia y esa pasión en sus actos y en su mirada intensa. Acercan sus caras, nota su aliento, las rozan deleitándose con la jugada. Vueñven a cmerse las pollas y esta vez, cuando llega el turno de Paddy, haciendo cilimbrear ese pollón largo de Allen frente a su jeta, le confiesa otra cosa, que arrepiente de no habérsela comido entonces cuando tuvo ocasión.
Allen se echa hacia atrás, metiendo medio cuerpo dentro del camión, dejando caer la espalda sobre el asiento del copiloto, elevando las piernas con el culo por fuera del asiento. Paddy se lo coge y le mete el rabo durísimo y lleno de babas. Para imprimir más fuerza, coloca un pie dentro del camión y comienza a bombearle el culete. Allen no para de gemir y su rabo se mece sobre su vientre.
Así como está, pinchado en su rabo, haciendo alarde de su fuerza, Paddy lo coge en volandas y lo coloca sobre le capó del vehículo, los dos a la vista de todos subidos en el camión. Allen se lo toma como una demostración de valor. Al comandante ya le da igual quien le vea. Eso es lo que hay. Le gusta follar con chicos. ¿Algún problema? Se hacen otra comidita de polla antes de volver a follar.
El comandante se sienta en el capó y Allen hace una sentadilla ensartándose en su poderoso y lujoso rabo. Le monta hasta que Paddy dobla las rodillas y le encula con fuerza desde abajo. Se da la vuelta y lo hacen frente a frente. Las manos de Paddy agarran las nalgas de Allen, sintiendo cómo lo penetra. Menuda clavada, hasta las bolas. Allen puede sentir los pelazos negros de la base del rabo rozándole la rajita del culo bien abierto.
De nuevo dándole la espalda, Allen siente la ira del comandante que le perfora el ojete a base de bien. Allen se casca una paja y se deja la leche encima de su pierna peluda. Mojar al comandante con su semen no tiene precio. Se quedan los dos de pie sobre el capó. Paddy se la pajea a su lado cuando profiere un gemido y Allen ya sabe lo que toca.
Se agacha, alza la carita guapa, abre la boca y saca la lengua. Paddy ya no gime, directamente grita al sentir el flujo de semen recorriendo sus pelotas, saliendo por su pitorro. Su leche sale como lava, blanca y caliente, deslizándose por el cipote, resbalando entre los dedos de la mano con la que se la agarra. Allen la recoge con su lengua y con el movimiento pajeador se lleva una buena lluvia de esperma.
Permanece atento y a la caza mientras se está corriendo. La leche del comandante le cuelga por la barbilla. Le saborea el cipote enorme y corrido, uno que no pudo y que no podrá olvidar. Y por si acaso, agarra una de las chapas de la placa que lleva al cuello, la reboza por encima del semen y la relame con la lengua dejando la impronta de semen sobre las letras.
Paddy también se agacha y la chupa. En esa chapa irán por siempre los recuerdos de una guerra, la mirada conquistadora del comandante, su generoso cuerpo musculado y potente, su enorme polla dura y tiesa como ninguna, su cipote acaramelado y la estirpe de sus pelotas. En esa chapa irán por siempre los recuerdos de un chaval que entregó su culo al comandante, el mismo convertido en todo un hombre que no pudo olvidarlo y que se lo volvió a entrgar una vez más, esta vez para que se lo follara sin condón. Diez años más tarde, el mismo lugar y con el mismo hombre.