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John Brachalli recibe una buena dósis de leche en toda la jeta después de dejarse follar a pelo por el super dotado Alex Maldonado | Tim Tales

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Los pendientes reales. Así llamaban algunos hombres a lo que los tios tenemos colgando entre las piernas. John Brachalli prefería llamarlo pelotas o cojones y más que pronunciar su nombre, se debía a ellos. Le encantaba meterse entre las piernas de otro macho, alzar la vista, sacar la lengua, recoger con ella uno a uno esos dos huevazos y succionarlos, dejarlos chupaditos volviendo a ocupar el lugar que les correspondía, mientras una pollaza enorme le acariciaba la frente, la nariz y las mejillas.

El rabaco del mexicano Alex Maldonado le traía loco. Veintitrés centímetros de carne bien dura y pesada. No tenía báscula, pero su lengua ya le era suficiente para determinarlo. Grande, gorda y robusta, como a él le gustaban. Después de dejarse azotar la lengua por Alex, se la devoró a bocados, poniendo tanto empeño en la mamada, arropándola tan fuerte entre sus labios y dejándola pasar tan hasta el fondo, que visto de perfil, pareciera como si le estuviera follando la boquita.

El culo más se le abría al tener a Alex encima, inclinado sobre él, a un palmo de distancia frente a su jeta, tan atractivo, con esa barbita decorando su carita. Así conseguía entrar con su porra en cualquier hueco, valiéndose del arte de seductor innato, barriendo para casa, follando agujeritos con su arma de destrucción masiva, con ese misil enorme y teledirigido. Una vez la metía dentro, se le daba muy bien eso de empujar.

John no se quedaba atrás. Su culo era directamente una bomba de relojería. Amante de las pollas grandes, sabía muy bien cómo manejarse con una de esas, se sentaba encima, se la clavaba a pelo y empezaba a bombear jugando a la ruleta rusa. Cuando estaba seguro de que la pistola del contrario estaba llena de balas, se ponía de rodillas, abría la boca, sacaba la lengua y se dejaba disparar, mirando hacia arriba con esos ojazos bonitos y su sonrisa demoledora. Ningún hombre era capaz de resistirse y acababa con toda la leche encima.

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