No quería parecer presumido ni mucho menos, pero es que cuando William Seed se miraba al espejo todos los días, se ponía cachondo a sí mismo y le entraban unas ganas tremendas de follarse. Pero como no podía follarse a él mismo, se ponía cómodo en la cama dispuesto a tocarse y a congratularse con su cuerpazo musculoso. Todos los días era lo mismo. Se preparaba para salir a hacer footing y tras echarse un par de miraditas en el espejo del baño, acababa en la cama pagando el precio de una buena paja antes de echar a correr por las calles de la ciudad.
Uno no podía presumir de algo que no tenía. Will se preguntó si el resto de tios sentirían algo por él al verle, si verían al mismo chulazo que él veía en el espejo, si todos tendrían esas ganas de follar con él. La postura de su amigo Johnny Viper, apoyando el codo en el marco de la puerta de la habitación, sonriendo al ver cómo su colega iniciaba el camino previo a una gayola, le dejó clara la respuesta a su pregunta.
Dos tios con ganas de sexo eran imparables. Una manita al frente invitándole a entrar y al momento ya estaban los dos de rodillas en la cama, echándose el aliento de unos gemidos apagados que surgieron nada más rozarse sus partes íntimas, la mano de Johnny en el paquetón de William, que la tenía tan tiesa que le levantaba todo e frontal de los pantalones cortos de deporte y la mano de Will posándose suavemente sobre el culazo de Johnny por encima de sus vaqueros.
Esa iba a ser buena. Fueron descubriéndose poquito a poco. Manos cada vez más inquietas, bocas cada vez más ocupadas. A William le encantó que Johnny se tomara su tiempo. Estaba acostumbrado a que los tios le bajaran los pantalones y le comieran la polla, sin embargo Johnny le estaba calentando a fuego lento, susurrándole a la oreja, comiéndole el cuello.
No recordaba ya cuándo fue la última vez que tuvo que ser él el que se bajara los pantalones. Los dos se quedaron completamente desnudos. En cuanto descubrieron sus pollas, se las miraron bien miradas, se acercaron un poquito más, Johnny rodeó a su nuevo mejor colega echándole un brazo por encima del hombro y se masturbaron brindando gapos a sus rabos lanzándolos desde arriba.
Una excitante lucha de espadas, pero amistosa, frotando los glandes, rozándose los penes. William pasó el brazo por detrás de la espalda de Johnny, le plantó la mano encima y se la empujó para que se agachara a comérsela. Y de nuevo, en lugar de metérsela entera en la boca, demostró lo buen amante que era, esnifándola, rodeando el cipote con la lengua para luego tragar rabo como un poeta.
Le agarró la cabeza a dos manos, una en el cogote, la otra en el cuello y empujó de él hacia su cuerpo. Joder, qué puta maravilla, su bigote negro confundiéndose con los pelos de la base de su polla. Johnny se lanzó en la cama y William aprovechó para sentarse en su cara y ponerle a comer huevo para después follarle la boca. De la cama se fueron al rellano de las escaleras.
Otra mamadita y le puso mirando hacia la pared. La metió por el ojete de su culo sin condón. Iba apretadísima. Johnny no paraba de abrir la boca y poner un gesto de dolor. William fue con tiento hasta que se la metió entera. Gozó unos segundos de ese apretón, de ese precioso culito rozando sus muslos y sus caderas. Se lo empezó a follar a pelo lentamente y luego metiéndole algo más de caña, agarrándole por las caderas y zumbándole.
Parecían dispuestos a dejar su impronta por toda la casa. El sofá fue le siguiente en probar sus cuerpos desnudos. Johnny se espatarró para ese chulazo, abierto de piernas, con todo su enorme rabo morcillón retozando sobre su estómago, gozoso de que un tiarrón así de cachas y apuesto le diera unas buenas estocadas. Mirándole desde su posición de misionero, lo encontró tan atractivo y cachondo, sobre todo cuando empezó a darle duro, que el ojete se le abrió todavía más, cada vez más receptivo.
Se puso a cuatro y se dejó dar por culo. Sabía y no se equivocaba nunca, que cuando un tio daba por detrás, se entregaba el doble. Ni miradas de compasión ni gestos que indicaran que dolía, tan sólo estaban él, su pedazo de polla bien dura y un culo bien rico al que atizar una y otra vez como un saco de boxeo, para su propio placer. Johnny sabía muy bien cómo jugar con los tios en la cama.
Una vez entregaba su culo en bandeja y un hombre se enamoraba de él, le perseguía allá donde fuera. Por eso se lo puso algo más complicado a William. Se puso bocabajo justo encima del reposabrazos pero bien metido hacia adentro en el sofá, lo que obligó a Will a buscarse las mañas para poder enfilarle el ojal con la polla. Le cubrió por detrás y luego fue él el que se tumbó para que Johnny lo cabalgara.
Primero frente a frente y luego dándole la espalda, Johnny aprovechó para machacarse la polla. De su gorda pirula proliferó un montonazo de lefa espesa y blanquita, abriendo boca con unos chorretes cortitos que disparaban hacia todas direcciones y terminando con una acojonante erupción de lava blanca que le mojó el puño entero.
Levantó el culete sacándose de dentro la polla de William y al momento ya tenía a ese machote pajeándose sobre su cara. Tras un par de gemidos prolongados, Johnny vio salir por ese pito un montón de leche y se lanzó a por ella con la boca abierta para engrasarse la lengua. Joder, qué rica estaba, se le escapaba por los labios de lo caldosa que estaba. Le cubrió el cipote con ellos para no perderse ni una sola gota. Esa carita guapa, esa sonrisa mirándole desde abajo, con la lefa cubriéndole los morros. William dejó atrás cualquier prejuicio, se inclinó y le pegó un buen morreo degustando su propio semen.