Dan Lopez recibe a Eman Black en la habitación, se deja follar a pelo y recibe una buena corrida en los morros | Latin Leche
Fun in Tulum 2
Al escuchar que en Tulum había un hotel a las afueras llamado el hotel de la diversión, en el que una puerta entreabierta significaba que cualquiera podía entrar cuando quisiera y pasar un buen rato de sexo con otro tio, Eman Black no se lo pensó dos veces. La primera puerta que abrió nada más llegar ya le atrapó por completo. Dan Lopez estaba desnudo, tumbado en la cama, pajeándose la polla.
No sólo era guapo, atractivo y estaba buenísimo, sino que además tenía una pirula bien larga. Pudo comprobarlo cuando se la agarró por la base y la enderezó apuntando hacia arriba. Si no era del club de los veinte, cerca estaba. Que el chico se viera sorprendido, le brindara una sonrisa amistosa y se la siguiera meneando con los huevos colgando sobre entre sus muslos, se la puso bien dura.
Como si necesitara pedir permiso y la puerta entreabierta no fuera suficiente motivo, preguntó a Dan si podía tocarle. Eman se puso al pie de la cama y posó su mano sobre la pierna fuerte y peluda. Comenzó a sobarle cerca de la rodilla y poco a poco fue subiendo hasta rozarle las bolas con el pulgar y al final sin poder resistirse a cogerle el mando de juego y meneársela. Dan soltó las manos y dejó los brazos en cruz sobre la cama, dejando que otro tio se la machacara.
Subió la mano hacia arriba y le sobó el torso. Cuanto más se acercaba a su cara, más se le inflaba el bulto, imposible de esconder la erección que Dan notó enseguida, por lo que acabó inclinándose, sacándole el rabo por un lateral de los gayumbos negros de algodón y metiéndosela toda dura en la boca. Una mamada de lujo. El pollón bien duro a causa de esa carita tan guapa que Dan tenía enmarcada por una barba y un bigote. Sus labios, su boca entreabierta, esos ojazos castaños que le miraban con cariño bajo esas cejas profundas. Si él quería, cuando acabaran se la iba a llenar todita de leche.
Ante la realidad de estar en un paraje idílico, en un hotel perdido de la mano de Dios, con todo el tiempo del mundo por delante, el morbo llamó a la puerta. Eman se sentó en una silla junto a la cama y los dos se pajearon en la distancia, mirándose, autocomplaciéndose. Dan excitó a Eman poniéndose a cuatro sobre la cama, enseñándole lo que le iba a dar, un culito blanco y redondo con una raja sobresaliente y un ojete de placer. Eman se sintió como si estuviera viendo un espectáculo en una sala de estriptis.
Imaginó cómo quedaría de ajustada su enorme polla dentro de ese agujero que parecía tan estrecho y se emocionó. Llamó a Dan, que acudió a gatas entre sus piernas y le hizo comerle la polla hasta tenerla bien húmeda, porque para lo que estaba por venir, no pensaba ponerse un puto condón. Se tumbaron en la cama de costado, Dan delante de él, le levantó la pierna y se metió dentro de él a pelo, sumergiendo su pene dentro de ese tremendo culazo.
Empujó con las caderas y el culo, arrastrando su polla por el interior de ese agujero tan caliente, sin dejar de mirar cómo Dan se mecía hacia arriba y hacia abajo, tan buenorro, tan guapo. Qué hueco más acogedor. No pudo resistirse a meterle unas buenas estocadas hasta el fondo, hasta hacer que sus huevos bailaran y chocaran contra el interior de sus muslos.
Antes de cambiar de postura, le puso a comer rabo para engrasarla. Luego le dejó saltar sobre sus piernas. Para entonces la polla se le había hinchado más todavía, más larga, más gruesa, lo que significaba que entraba más ajustada imposible. Le puso a cuatro y le dio por culo penetrándole el pandero. Se quedó quieto, esperando que Dan meneara el culete hacia adelante y hacia atrás tragando polla.
Dan pasó una mano por detrás y se sacó el pene del culo. Pidió a Eman que le diera leche. Cómo negarse. Durante más de cinco minutos se pajeó duro apuntando hacia su boca, hacia su guapísima cara. Deseaba correrse, pero a la vez se resistía sólo por disfrutar una vez más del contacto de esos labios arropando su pija, comiéndole los huevos.
Ahora sí. Le colocó una mano en el hombro avisándole que venía fuerte. Dan echó hacia atrás la cabeza con la polla justo encima y recibió un buen lechazo salvaje en todos los morros que le dejó la barbilla preñada. Con el meneo, la leche salió disparada por todas partes. Le propinó unos pollazos sobre los morros sucios y Dan se la metió en la boca para saborearla. Chupa que te chupa, con el pollón corrido dentro de la boca, él también aprovechó para cascársela y aliviarse sacándose toda la leche. Eman estuvo convencido de que aquella fantasía en Tulum era su puerta de entrada a la vida que realmente quería vivir, una cargada de sexo y diversión.