Lo que Saylor Jones estaba a punto de descubrir era una auténtica delicatessen. Tios como Jhon Whitex le flipaban. Con bigotito, los besos sabían aún mejor. El roce de los pelitos en sus morros le volvía loco y ya cuando entre los dos, a morreo limpio, se encargaron de bajarle los calzones y vio esa pirula tan jodidamente larga colgando entre sus piernas, se volvió loco de amor.
Saylor tenía una forma de dar a enterder a los chicos con los que se metía en la cama que le gustaban. Esa forma era haciéndoles una mamada de garganta profunda, tragándose su polla, por grande que fuera, hasta las pelotas, una y otra vez, una y otra vez, desarmándolos por completo. El pollón de Jhon era muy grande, su piel estaba suavecita y le despertaba mucha hambre. Se lo zambulló a la primera. Veintiún centímetros de rabo largo y grueso penetrando su boca, el cipote descapullado, brillante y poderoso abriéndose hueco por su garganta.
Al ver la capacidad que tenía Saylor de tragar, Jhon intentó ir un poquito más lejos, se levantó, cogió la cabeza de Saylor a dos manos como si fuera un balón de baloncesto y le folló la boquita haciéndole digerir cada centímetro de su descomunal polla. Entró limpia, aunque sí le provocó alguna pequeña arcada al meterla tan profunda. Con los ojos un poco llororos, siguió tragando a fondo, topándose con los pelazos negros de la base, rozándolos contra el bigote y la nariz cada vez que se la metía dentro de la boca.
Cuantas más de su saliva recorría la verga y más babas le colgaban de la barbilla, más ganas le entraban de comer como un cerdo. Se la metió toda hasta el fondo y se quedó unos segundos apretando los labios contra la base, los cojones de Jhon bien pegaditos a la barbilla. Jhon le preparó bien el culito dándole un masaje húmedo con la lengua a base de lametones, pero aprovechó también que el chaval estaba muy bien dotado para pasar la minga entre sus muslos, cogérsela y disfrutar de las vistas, porque menuda empalmada llevaba el cabronazo.
Le gustó tanto ver que la tenía tan tiesa que le hizo la triple comida, pasando su lengua del culo a las pelotas y después acoplando el cipotón entre sus labios como si estuviera chupando la bola del cucucrucho de un helado italiano. Le hizo darse la vuelta, se agachó y le devolvió con creces la mamada. Se sorprendió de lo grande que era, sobre todo de lo voluminosa que era, con un cipote despampanante que abría el apetito.
No llegaba al nivel de Saylor de tragar hasta los topes, pero a cambio le dio un buen masaje con los labios yla manita, restregando con cariño ese capullo entre sus labios húmedos y calientes y los pelos del bigote. Saylor le dio la espalda y abrió el agujerito de su culo para dejarle pasar. Jhon inclinó un poco la cabez apara ver por dónde se la estaba metiendo y la enfundó en su ano sin condón.
Lo primero que le gustó era lo ajustadita que entraba. Le cogió de los cachetes desplazándoselos unpoco hacia afuera y se lo folló con comodidad. A cada pollazo, Saylor apretaba fuerte los dientes, la cara roja, su rabo duro meciéndose entre sus piernas sin control. Jhon se lo llevó a la camita, lo tumbó bocarriba, le abrió las piernas y se la metió de nuevo. A Saylor le gustó tanto lo que tenía enfrente que se corrió antes de tiempo, dejándose toda la leche en la panza.
Jhon todavía tenía cuerda para rato. Recogió la lefa con los dedos, sacó el pene de su interior, se restregó la leche por la punta de la polla y la aprovechó como lubricante para seguir follándoselo a pelo. Le puso a cuatro patas en la camita dándole por culo a toda hostia, reventando ese culazo blanquito y redondo que era puro placer.
Le dió tan duro que Saylor acabó de bruces besando las sábanas, abierto de piernas, con Jhon dándole de los lindo, clavándole hasta estamparle los huevos en la raja del culo. Buscando nuevas posturas que les dieran placer a los dos, Jhon logró encontrar una especial. Pasó el rabo de Saylor entre sus piernas, haciéndolo sobresalir entre medias de ellas, se la clavó de lado y así consiguió que cada vez que se la metiera, el pene rozara el interior de sus muslos dándole un gustillo inconmensurable.
Jhon estaba a punto de nieve. Quría sacarla y correrse pero no encontraba el momento de hacerlo porque estaba de puta madre ahí dentro. Esperó hasta el último segundo para sacarla, se la agarró con la mano y empezó a soltar el flujo de leche en el agujero del culito. Salió más y más cantidad, bañando sus cojones en semen que recorría sus pelotas cayendo hacia las sábanas. Un río de esperma. Cuando ya no le salió más, se la clavó a pelo por el agujero y le siguió penetrando mientras todavía la tuviera dura.
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@ fotos por Oscar Mishima