Dónde había escuchado Valentino Sistor el dicho de pequeñito pero matón. Pensó en ella al cruzar la puerta y ver a David Blue en su cama. Siendo venezolano, las posibilidades de que tuviera pollón eran realmente altas, pero no esperaba encontrarse con esa mazorca de veintitrés centímetros tan gruesa y venosa en sus manos, bien pajeada.
En cuanto los morros de Valentino comenzaron a rozar su pene erecto, David se la soltó de las manos. Valentino le acarició el miembro con la punta de la nariz y su aliento hasta llegar a la punta, entonces giró la cabeza para mirar a favor del pollón descansando sobre el vientre de David y se lo metió dentro de la boca haciéndole la gran comida ya en el primer intento, tragándose su polla hasta rozar los huevos con los labios.
Al tenerla tan jodidamente larga, la tenía ligeramente curvadita y eso le daba alas para su juego, para mamar con más ganas. Le gustaban los rabos grandes e imperfectos. Sin duda impresionó a David con su valentía al hacerle una mamada de garganta profunda nada más chupar su polla por primera vez. Ya no se conformaría con menos. Si eso era el principio, estaba esperando ver cómo continuaba la fiesta. David se incorporó, se sentó al borde de la cama y esperó la siguiente.
Como no podía ser de otra manera, Valentino empezó a tragarse su enorme polla de nuevo, como si no le costara hacerlo. Llegó hasta los topes, apretando bien los morros contra la base, esnifando los pelazos negros que le entraron por la nariz, sosteniendo la polla dentro de su boca y de su garganta hasta sacarla toda chorreando de babas y felicidad.
Se tomó un descanso succionándole los huevos, que no los tenía muy colgantes pero tampoco apretados contra la entrepierna, sino que los tenía sueltitos, perfectos para agarrar con los labios y tirar hacia afuera, mirando hipnotizado cómo trataban de recuperar el lugar que les correspondía cuando les dejaba sueltos. Cada vez que tiraba de uno, la tranca se movía sola, enorme ante sus ojos, pesada, cargada de amor para él.
Se colocó de rodillas al borde de la cama. Dejó caer la parte delantera de su cuerpo sobre el colchón, los hombros pegados a él, besando las sábanas. David fue con todo. Cuando Valentino quiso darse cuenta, David ya le había mertido el pollón a pelo por el agujero del culo hasta las pelotas. Bien calzado y apretado, empezó a follárselo sin condón.
En cuanto se acostumbró al apretón de ese ano acogedor, se lo folló a toda hostia metiendo y sacando su polla entera de ese culazo. Valentino era de los que aguantaba buenas embestidas, pero el enorme y gordo pollón de ese granuja, tan descomunal e inesperado, le pilló desprevenido. Cayó hacia adelante intentando que el ojete de su culo recuperara el aliento. David se preocupó por él. La situación fue muy morbosa. David le preguntó a Valentino si estaba bien, todo esto con el pollón en la mano. Valentino le miró el rabo intentando responder sin palabras, porque la respuesta estaba a la vista.
Daba igual, parecía que ese cabrón no se había dado cuenta del tamaño de su verga y de lo que un tio tenía que abrir el culo para tragarse ese pollón. Valentino volvió a ocupar con las rodillas el borde de la cama, pero esta vez las dobló y sentó el trasero sobre sus talones, una postura que le obligaba a abrir el culo a tope. David acudió por detrás y se lo trincó de nuevo.
Esa segunda ronda le dio bien de gustito, porque David, en lugar de follárselo metiendo y sacando su tranca entera, se lo folló a ritmo de toquecitos, con el rabo dentro, sacándolo y metiéndolo un poquito. Que el tio tenía sus técnicas y sabía follarse a un hombre era innegable. Había nacido para eso y su estampa de perfil con ese cuerpazo atlético y musculadito, penetrando un buen culazo, era de toma pan y moja.
Valentino se dio la vuelta y se abrió de piernas para ese hombre. Se fijó en su carita, en su torso, en los pectorales, en sus abdominales marcados, en esa línea de pelitos que nacían en la parte baja de su ombligo y se convertían en un camino que llegaba a la selva de la base de su polla, llena de pelazos negros. Y en esa selva se alzaba el arbol de la sabiduría. Una polla tan fornida y esbelta como un roble.
Podía haberse tirado la vida eterna así, tumbado bocarriba, dejándose embestir, su cuerpo meciéndose hacia arriba y hacia abajo al compas de las penetraciones, pero decidió cambiar de pstura y adoptar la del bello durmiente, de lado, en postura fetal con las manos juntas bajo su cabeza, pasando su rabo y sus pelotas entre las piernas para dar a David un motivo extra para seguir con la polla dura jodiendo su agujero.
Disfrutó de la folladita y regresó a la postura bocarriba, esta vez agarrándose la polla y machacándosela a toda hostia para correrse. La cara de Valentino lo decía todo. No paraba de menearse con la boca abierta, a punto de explotar de gusto. Dientes apretados, un gemidito y un fusilazo saltando por su polla, mojando todo a su paso. Otro y otro más y luego su cabeza se quedó quieta, asimilando lo que acababa de hacer, recuperando el aliento, sintiendo un gustazo indescriptible recorriendo todo su cuerpo, dejándolo completa y existencialmente relajado.
David se la sacó del culo y se la empezó a manear. Pasito a pasito, fue andando hasta dejar su rabo encima de la cara de Valentino, que en cuanto lo tuvo encima abrió la boca y sacó esa pedazo de lengua larga y mamona que tenía. La leche ya le estaba brotando a David dentro de las pelotas al imaginar los pelos de la barba y el bigote de Valentino llenos de su leche, la forma en la que ese mamoncete se lo comería todo.
Le disparó un potente chorrazo que le cruzó la cara y que se plantó a lo largo de la almohada, su oreja, toda la barbita y su boca. El resto no lo vio porque Valentino ya le había plantado los labios en el rabo y se lo estaba chupando todo. David se quedó de pie, disfrutando de su momento. Valentino seguía comiéndole toda la polla mientras él se quedaba mirando esa línea blanca que le había dibujado en la cara, su semen pegado a los pelitos de la barba.
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@ fotos por Oscar Mishima