Al mirarse al espejo cada tarde que iba al gym, Gio Pilos sabía que era carne de cañón para los que iban buscando a un guaperas musculitos para llevarse a la cama. No era casualidad que sus pretendientes, cada vez más, como Tim Kruger y Mario Galeno, coincidieran con él para ir a hacer sus tablas de ejercicios y luego en los vestuarios. A Gio le encantaba gustar, sentir las miradas de los hombres posándose en su culito, en su torso desnudo, en su guapísima cara.
No tenía reparos a la hora de aceptar propuestas indecentes y ese día aceptó con agrado la de Mario y Tim, que le propusieron una velada de placer a tres bandas en una habitación de hotel. Descubrió que si ya eran amigables en el gym, en la cama eran muchísimo más cariñosos todavía, si bien esa caballerosidad que demostraban con la ropa puesta, la perdían convirtiéndose en animales juguetones y traviesos cuando estaban desnudos.
En cuanto tuvieron a Gio desnudito en la cama, le pusieron a comer rabo. Y no eran unos rabos normales, eran lo mejor de cada casa, unos pollones grandes, dignos perforadores de agujeros. A Gio apenas le cabían en la boca, pero su culo vaya que sí que se los tragó, primero uno y luego otro. Esos dos le zumbaban como si no hubiera un mañana, deseando su culo a toda costa.
Enseguida no pudieron aguantar ni un segundo más estar fuera de su culito, así que terminaron metiéndosela los dos a la vez. Ocurrió cuando estaba tumbado con la espalda apoyada en el torso de Tim y su polla dentro del culo. Tim le abrazó por detrás empujando de sus hombros hacia atrás para que se dejara caer del todo sobre su cuerpo. Entonces llegó por delante Mario polla en mano y la deslizó por el agujero, por encima de la de Tim, expandiendo el ojete de ese guaperas al que tantas ganas le tenían.
En cuanto tuvo el culo relleno de rabos, Gio ya no quiso otra cosa. Les hizo sentarse frente a frente, juntar muslos y rabos. Se encargó de enderezarlos los dos juntitos y los cabalgó saltando sobre ellos, metiéndose por el culo esas dos enormes trancas. Luego se tumbó apoyando los hombros en el suelo, elevó la espalda y el culo hacia el techo y vio a esos dos cabrones mirando hacia direcciones contrarias, juntando culito con culito, empujando sus duras vergas con la mano hacia abajo hasta que le penetraron el agujero a la vez. Se puso de rodillas y se pajearon encima de su cara donándole toda la leche.
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