Mario Galeno y Lucio Davoli se aprovechan del culito de Nathan Luna metiéndosela sin condones | Tim Tales
Nathan's first 3some
«Mira mamá, sin manos… mira mamá, sin pies«, seguro que mientras Mario Galeno y Lucio Davoli le trincaban el culo como si fuera un pavo con sus gigantescas pollas, por la cabeza de Nathan Luna pasaban las imágenes de su primer viaje en bicicleta. En qué momento los manillares se habían convertido en dos grandes vergas duras y calientes que le servían para agarrarse a ellas fuerte mientras otro le daba lo suyo.
El larguísimo y potente rabo de Mario parecía no tener fin. Con el gesto de su cara concentrado en perforarle el agujero, Nathan no podía dejar de mirar a ese cabrón que parecía decidido a dejarle un boquete perenne en el ojete del culo que no se le cerrase jamás. Cuelada hacia adelante, culeada hacia atrás, su torso sudoroso, ese pechote de pelo en pecho, pectorales musculosos y fornidos. Nathan estaba empezando a amarle, pero que muy fuerte.
Lucio tomó el relevo. Otro que la tenía enorme, más larga todavía y que sabía muy bien cómo usarla en un culazo exigente como el suyo, penetrándole sin condón, metiéndole todo el fusil por el ojal. Fue Lucio el que le dio de comer polla unas cuantas veces, mientras Mario le daba por culo. Estaba deliciosa, super lubricadita. Lo que más le abría el apetito era ese cipote de lujo, un poquito menos grueso que el cilindro de su polla, pero que destacaba por su perfecta forma de capullo de macho.
Aprovechó por un momento que los dos estaban recuperándose en la cama, pelándose las pollas, para realizar su fantasía, cabalgar sobre uno y luego montarse sobre el otro. Le daba un morbo impresionante saltar sobre un buen pollón mientras el otro miraba justo al lado, pajeándose, esperando su turno. Después de esa hazaña, le cogieron por banda e hicieron él lo que quisieron hasta hacer que se corriera encima. Todavía estaba recuperándose de ese sumo placer, cuando vio que esos dos machos se acercaban hacia su cara gateando con las rodillas, rabo en mano. Dejó entreabierta la boca, esnifó el olor de esos dos portentosos rabos que se acercaban blandiéndose sobre su cara y se dispuso a disfrutar de la fiesta de la leche.