El jovencito Dean Young aprendió a satisfacer las necesidades de la mayoría de hombres y hasta de los mismísimos dioses. En parte lo hacía por necesidad, pues tenía que cuidar de su familia y a menudo tras una buena mamada o dejarse follar ese precioso culo que tenía, le daban una buena propina que le permitía ganarse la vida. Pero aunque se entregara a esos hombres, sus servicios eran propiedad del rey de la tribu nórdica, Papi Kocic.
Con lo que a Dean le gustaba levantar falditas y encontrarse unos buenos pollones, sin duda el que más le gustaba chupar era el de Papi. Además le gustaba hacerlo en situaciones de lo más morbosas, como cuando el rey se sentaba a la mesa de la cantina a beber con todos esos machos de su ejército. Él se colaba por debajo de la mesa, le subía las vestiduras encontrándose siempre lista y preparada una enorme pollaza bien dura y se la mamaba hasta dejarse los morros llenos de su leche.
Muchas veces, cuando los otros hombres intuían lo que estaba ocurriendo, pues Papi no podía ocultar el placer en su cara al sentir esos labios arropando su pene, algún que otro le cogía el culo, siempre con el beneplácito del rey, y se lo follaba. Otras veces el rey daba su consentimiento para ponerle encima de la mesa como si fuera le postre y Dean acababa rodeado de hombres con sus poderosas lanzas en alto, deseando atravesarle el culo de lado a lado, con su joven cuerpecito lleno de salpicaduras de lefa.
Si había algo que a Papi le ponía a cien, no eran sólo los labios y el culo de su joven sirviente particular, sino que el dios Loki llegara a sus tierras y se aprovechara de sus propiedades. Allí en la cantina discutieron y, para rebajar tensiones, Papi mandó a todos sus hombres fuera excepto a Dean, del que necesito sus servicios, pues siempre era más llevadera una disputa si tenías a un chaval comiéndote la polla por debajo de la mesa.
Así podía discutir y echar una miradita por debajo, viendo cómo el chavalín se llenaba la boca de rabo, de pirula larga y gruesa con un buen cipote a punto de escupir leche y dejarle fino, con todo su semen colgando de esa puta cara guapa. Qué bien se le daba chupar pollas, con ese uso de su lengua rodeando el glande rojizo, juntando los labios y paseando por encima de ellos todo el rabo duro.
Tenía tanta inquina hacia Loki, que cuando culminaban un encuentro, a Papi siempre le entraban unas ganas tremendas de follar. Por suerte para él, el jovencito Dean siempre estaba disponible y le encantaba ver lo bien que sentaba el contraste de esa bonita cara y esas manos frente a su gigantesco pollón descapullado con un cipote acojonante.
Le encantaba cuando se la cogía con la manita y se la rodeaba, en la que apenas le cabía la circunferencia de su gordísimo rabo, e intentaba tragársela entera sin conseguirlo. Al sentir que llegaba a lo apretado de su garganta, a Papi se le venía todo el gusto encima y no podía contener unos sonoros gemidos de placer. Sin duda el chaval sabía lo que tenía entre manos y no dudaba en disfrutarlo, metiéndose a sí mismo unos buenos pollazos sobre la jeta, haciendo rebotar el pollón contra su cara, disfrutando de ese mástil duro, fuerte y venoso.
Allí, frente a todos los manjares que había sobre la mesa, Papi gozó del que más le gustaba, el culito redondo, suave y tierno de Dean, siempre con una apariencia virginal que le hacía sentirse poderoso. Ese chaval era puro amor. Le gustaba besarle el cuello y susurrarle al oído mientras le metía la yema de los deditos por la suavidad de su estrechito ojete, escupirle en el agujero, cuidarlo con su lengua y preparalo para lo que se le venía encima.
Penetrar ese culito sin condón le daba un gusto inmenso. Era como desvirgarle cada vez como si fuera la primera de lo ajustadita que le quedaba. No podía imaginar cómo un culito podía tragarse una polla tan grande como la suya, pñero ahí estaba el cabrón, exigiendo rabo, meneando el trasero hacia atrás y hacia adelante, pajeando toda esa gigantesca polla que le rellenaba el ojete por completo y se lo daba de sí.
Papi no se conformaba nunca con ver su enorme rabo entrando por la hendidura de ese precioso culo. Cada vez que le estaba dando por detrás, se inclinaba sobre la espalda del chico y lo abrazaba, dándole amor. Era cuando al rey le entraba calor follando y se quitaba toda la ropa excepto la corona, cuanod a Dean se le despertaban todos los sentidos.
Sí, no había polla en territorio nórdico que le gustara más que la del rey, pero cuando Papi se quedaba desnudo, su cuerpo se convertía en un patio de recreo para gozarlo. Fornido, musculoso, todo un varón marcando abdominales, tatuado, con esas manazas grandes cuyo calor y protección tanto le gustaba sentir en sus muslitos, ya fuera acariciándole o agarrandole con fuerza para meterle una buena tunda de pollazos por detrás.
Giraba la cabeza para poder ver bien ese cuerpazo y solía parar un momento para agacharse y enjuagarle la polla con su saliva, aprovechando para mirar hacia arriba y no solo ver su cuerpo masculino, sino también lo guapo y atractivo que era. Sentirse bajo su protección, le hacía entregarse por completo a ese hombre. Después de tanto tiempo juntos intimando, Dean sabía bien lo que le gustaba y cómo hacerlo.
Tener su mano tras la cabeza quería decir que lo estaba haciendo bien. Le jaló toda la polla hasta atragantarse. Soltó una arcada y le escupió encima, mojándole con salivazos todo el rabaco y los pelos de la base de la polla. El rey ya había entrado en modo cachondo y al ver toda esa saliva como si fuera lefa sobre los pelazos negros de su polla, sonrió de placer al muchacho.
Para Papi, Dean era el joven más bonito de sus tierras. Por eso le eligió. Adoraba ver cómo se quedaba desnudo para él en la cantina, mostrando su cuerpo musculadito y tan bien definido, ese pechote de pelo en pecho que ya empezaba a mostrar que se estaba empezando a convertir en todo un hombrecito. Ay, qué bonito y qué guapo era su chico rubio, además dotado de una buena polla con la que podría satisfacer a muchos hombre, entre ellos alguno de su ejército. Todo se andaría.
De momento disfrutó de las vistas de todo ese cuerpo desnudo al completo, de sus abrazos, de cómo el jovencito se ponía todo cachondo y empezaba a lamerle el cuerpo, los sobacos esnifando su aroma a macho. Eso le gustaba mucho y repetía una y otra vez, levantando el brazo del rey, pegando sus napias a la axila, sacando la lengua y relamiendo todos los pelazos mojados como un buen cerdaco.
Papi desplazó los manjares sobre la mesa, se tumbó encima y dejó que el chico le cabalgara un rato. Qué gusto sintió al ver cómo su polla se hundía en ese pandero y el chaval le mostraba su mejor lado, de frente, rozándole el vientre con su pija. Le cogió en volandas y se lo folló de pie antes de volcarle sobre la mesa y seguir propasándose con él.
Dean se preguntó si al rey le gustaban los rabos, porque desde que estaban juntos y a pesar de que Dean tenía uno bien grande también, nunca se lo había chupado, ni hecho el intento. Pero cuando ese día en la cantina lo tuvo ahí, dándolo todo, admirando su torso de auténtico lujo, todo sudado, Dean aprovechó para ponerle la polla en la barriga y se dio cuenta de que Papi no le quitaba ojo, mirándole la cacharra con deseo.
Lo que más le gustaba de esa postura era cuando Papi se rendía sobre él y se abrazaban. Podía sentir el calor de su cuerpo, sus gemidos, su aliento, mirarla a la cara y sentir lo mucho que le quería, esa mirada fija en sus ojos. Cuando Papi bajaba para relamerle el ojete del culo y poder metérsela mejor, Dean aprovechaba y se cascaba una paja rozando la nariz del rey con sus huevos.
A sabiendas de lo mucho que le gustaba al rey su hermoso culo, le obligó a tumbarse encima de la mesa y le metió una paja con él, ordeñando esa enorme pollaza entre sus nalgas, dándole la espalda, para que viera bien sus dos cachas deglutiendo su gigantesco y poderoso pene. De nuevo sobre la mesa, Dean se metía un pajote y se corría en el muslo con un buen lefazo.
A Papi le gustaba seguir follándoselo mientras el chaval se corría y descargaba. Después Papi se la sacaba y a menudo, como ese día en la cantina, elegía su precioso culo para correrse encima, soltando una buena descarga de lechazos sobre su raja, sobre sus nalgas, con chorrazos nutridos que se deslizaban luego por sus muslos. En pleno fervor de la corrida, Papi buscaba le agujero de nuevo, pero al correrse la polla se le había puesto tan jodidamente gorda y grande que el culito apretado del chaval apenas podía abarcarla. Dean sólo esperaba que el rey no llegara a enterarse de que ese culito sobre el que acababa de correrse, no hacía mucho había sido protegido también por su principal rival.