Andy Star entrega su culazo a Gustavo Cruz para que se lo folle a pelo con su enorme polla | Oscar Mishima
Esa cama olía a hombre y despertaba en Gustavo Cruz y en Andy Star sus más bajos instintos. El cuadro del hombre desnudo con toda esa polla larga colgando entre sus piernas no ayudaba a calmar el vicio que tenían esos dos, uno encima del otro, Andy disfrutando del roce del pollón enorme de Gus contra su vientre y sus caderas y Gus echando mano al culazo de futbolista grande, redondo y blanco de ese cabrón que se estaba entregando en cuerpo y alma a él.
Habían nacido para estar juntos, para enchufarse uno dentro del otro y hacer un solo ser. Andy, juguetón, intentó ver si a su nuevo compañero de cama le iba que le metieran el rabo. Lo intentó metiendo la polla entre sus piernas, masajeándole la raja de ese culazo de macho, las pelotas, pero en cuanto vio que no se abría de piernas ni un poquito, se dio cuenta de quién iba a metérsela a quien.
Al ver su gigantesca polla dura, tiesa, larguísima y enorme, se le abrió el culo de placer, tanto como su garganta como cuando bebía un trago de pepsi cola bien fresca en pleno verano al sol. Se abandonaron al placer de un sesenta y nueve donde Andy se atiborró de rabo y donde Gustavo también comió pija, si bien se dedicó más a apuntalar con sus dedos y su lengua ese hermoso agujerito que esa noche y en esa cama sería solo y solo para él.
Después de unos arrumacos y unos susurros en la oreja que a Andy le pusieron bien cachondo, Gustavo se la metió a pelo y se lo gozó. Qué culazo más tragón tenía, capaz de merendarse todo su trabuco de una sentada. Le dejó cabalgar y se alegró la vista con su polla brincando de alegría. Se preguntó si le cabría algo más gordo y más grande. Gus no podía tener más de una polla, pero lo deseó, sólo para causar más placer a ese tio vicioso, así que cogió un dildo tamaño XXXL y descubrió que ese agujero daba de sí hasta el infinito y que, a pesar de expandirse hasta sus límites, luego se cerraba y acogía cualquier tamaño de polla aprisionándolo como si fuera un culito virgen, el más apretado del mundo.
Gus no pudo resistirse, se cogió la minga, se masturbó con el glande en el interior de ese agujerito acolchado y lleno de amor y le preñó por dentro con todo su esperma.