Después de una intensa jornada de trabajo, Sir Peter llegó a casa más caliente que unas brasas. Pensó en desnudarse, llegó a desabrocharse la camisa cual supermán dejando a la vista su fornido y excitante torso masculino, pero lo mandó todo a la mierda y se metió en la piscina tal cual, con traje, corbata y los pantalones puestos.
Se sacó la verga por la bragueta, toda grande y hermosa, bien gorda, masturbándose por debajo del agua. Sonó el timbre de la puerta que tenía conectado al móvil, revisó la cámara de seguridad de la entrada y vio que era su compañero de curro Damon Heart o como él le llamada, el guapo ojazos y nalgón, con el que más de una vez había echado una escapadita al baño para darle de comer rabo y joderle su apetitoso culo. Llegaba en buen momento.
Le abrió, salió de la piscina completamente mojado y se quedaron mirándose en la distancia y pelándosela observándose como si fueran dos desconocidos de cruising. Damon se acercó, Sir Peter soltó su rabo y enseguida otras manos y otra boca se ocuparon de su gigantesca tranca. A Sir Peter le rezumaba leche por la raja del cipote cada vez que veía a ese guaperas de rodillas mamando rabo. Qué bien la chupaba, cómo se le daba manejar en su boca una pirula grande como la suya, tan gorda, que apenas le cabía dentro.
Sir Peter le devolvió con creces la mamada tragándose su picha blanquita y luego le bajó los pantalones, le hizo inclinarse, abrirse de piernas y le metió toda la estaca por el agujero. Cómo gozaba de sus gemidos, música para sus oídos, de los momentos en que giraba esa carita guapa, esos ojazos claros, con ese bigotito al estilo italiano que tan mono le quedaba.
Si cuando se la chupaba ya le molaba lo grande y dura que era su polla contra esa carita, al follarse su culazo no era menos, se sentía como un abusón al metérsela, de lo gorda que la tenía, forzando la entrada de ese agujerito. Pero qué bien sentaba cuando el zagal se acostumbraba al tamaño de su verga y se volvía loquito, saltando sobre sus piernas, pajeándola demencialmente entre sus nalgas, tragándoselo todo de él.
Al borde de la piscina, se pajeaba mientras se dejaba follar y se marcaba unos buenos disparos que caían al agua y se mezclaban con el cloro. Después de ponía a cuatro patas como un perrete, vestido como un señor de cintura para arriba, desnudito por abajo y reclamaba la leche del enorme rabo de Sir Peter, que depositaba todo el calcio de sus cojones en esa carita, en esos morritos tan guapos que habían llegado en el momento más oportuno.
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