Ver porno en el lugar de trabajo es una de las prácticas más comunes y desde hace tiempo que ya no hace falta ni ponerse delante de una pantalla del ordenador, siendo hasta entonces las oficinas las que se llevaban el top pajilleros, que basta con un móvil, pues se ha vuelto algo habitual lo de pasar por la puerta del despacho de tu colega de curro y escuchar un gemido apagado.
O que de repente baje las persianas y se quede trabajando a horas intempestivas. Paddy O’Brian pensó que ya se habían ido todos los trabajadores a sus casas, siendo viernes por la noche. Ya no quedaba allí ni el tato, ni el personal de limpieza, así que se dirigió hacia el despacho del director, cogió el móvil, se puso a tono con algunas escenitas de sexo entre maromos y se empezó a cascar una buena gayola.
Estaba tan concentrado que ni se dio cuenta de que el novato Drew Dixon había entrado para coger algunas carpetas que necesitaba para llevarse trabajo a casa. El mamonazo encendió todas las luces y le pilló in fraganti, remangado, con el sonido del móvil a tope con dos tios gimiendo por el altavoz que parecía que se les iba la vida por la boca y a él con la polla por fuera y en la mano.
El tintineo de la hebilla del cinturón. Disimular el rabo tieso bajo los pantalones dirigiéndolo hacia alguna parte en la que no hiciera mucho bulto. Hora de dar explicaciones o al menos de intentar hacer ver al otro que aquello no era lo que parecía. La cara de Drew era un poema y como para no serlo. Parecía que jamás se le podría olvidar la imagen de su compi haciéndose una paja. Esas cosas jamás se olvidan.
«Mira tio, tú sabes que las tias se pillan por mí, lo sabes, ¿verdad?«, le dijo Paddy acercándose a él e intentando hacerle comprender. «Pero a veces tengo curiosidad y me gusta ver estas cosas» y sin cortarse ni un pelo, quizá movido por los nervios del momento, con la sangre aún concentrada en la polla en lugar de en la cabeza, por lo que pensar digamos que no podía pensar mucho, le enseñó lo que estaba viendo en el móvil, a dos tios fornidos con rabos enormes follando y le preguntó: «¿A tí te gusta esto? Porque si te gusta, si no se lo cuentas a nadie, puedo dejar que me comas la polla y hagamos esta movida. ¿Te gusta?»
Drew intentó hacerse el duro diciendo que no, pero el intento le duró poco. Tener cerca a un tio tan varonil y apuesto, sabiendo que lo que tenía en ese momento montando tienda de campaña bajo sus pantalones era enorme, le hizo entrar en calor, se ruborizó, terminó mandando a tomar por culo sus prejuicios y se desnudó por completo, haciendo después lo mismo con Paddy que, sentado sobre la mesa de la oficina, se dejó desnudar hasta quedarse tan solo con la camisa y la chaqueta puerta a pecho descubierto.
Era obvio porque saltaba a la vista. El primer lugar al que Drew se dirigió fuer hacia la polla. Tieso, enorme, gordísima, ese pedazo de rabo era irresistible. Le pegó un lametón desde la spelotas hasta el cipote, la inclinó hacia su boca y degustó ese gigantesco cipote molón.
En el poco tiempo que llevaba trabajando, ya había escuchado en los baños mientras meaba junto a otros compañeros, acerca de las habilidades de Paddy para abrir coñitos. Lo que no esperaba es que se le diera igual de bien con los ojetes de los tios, aunque quizá todo este tiempo la habilidad hubiera sido sólo con los tios y les estuvo engañando a todos. Eran lametones rápidos seguidos de lengua dura simulando penetración que le volvían loquito.
El momento en que Paddy se puso en pie, le agarró por las caderas y le empaló la polla dentro del culo comenzando a follárselo como si le fuera la vida en ello, fue soberbio. Vaya puñaladas de rabo le metía por detrás, parecía una bestia follando y además con las pilas cargadas, porque el cabrón no se agotaba. Por detrás, por delante, por debajo, apenas paró unos momentos para que Drew le acicalara la polla. Si seguían a ese ritmo y su polla aguantaba tanto como su culo necesitado, iban a amanecer el sábado con ración de café con leche gratis y al gusto.