Carlos Leao preña el culo de su masajista Yoshi Kawasaki mientras se lo folla a pelo | Fucker Mate

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Como masajista profesional, Yoshi Kawasaki ya estaba acostumbrado a que la mayoría de hombres luciesen sus rabos empalmados delante de él escondidos tras una toalla blanca. Igual que en muchas culturas lanzar un eructo después de la comida era un halago para quien cocinaba, para él era un halago ver un rabo duro y empinado, señal de que había hecho bien su trabajo.

Tenía especial debilidad con los brasileños. Si de él dependiera hacer la medición de escala de pollas mundial, pondría a estos en el primer lugar de la lista, porque hasta ahora de todos los que le habían solicitado sus servicios, ninguno le había defraudado en tamaño.

Tras una sesión bien hecha, se quedaban tan relajados que todos estaban recepctivos. Entonces se aprovechaba, comenzaba a retirar la toalla y les sacaba la pollota morcillona hacia un lado, dejándolas descansar sobre la cadera todo lo largas y gordas que eran. Con la de Carlos Leao se llevó una grata sorpresa y, puesto que no puso impedimento tras rozarle el capullo, siguió retirando la toalla hasta tener delante de sus ojos y arropada en su mano la polla más gorda, larga, autolubricada y hermosa que jamás había visto.

Estaba entre dura y morcillona, lo que le permitía manejarla con soltura. Se la sacó entre las piernas, acercó la boca y cerró los ojos para disfrutar del regusto del cipotón inundando su boca. Una puta delicia. Calentito y gigante, no quería ni pensar, con lo glotón que él estaba hecho, el camino que todavía le quedaba por delante degustando esa deliciosa y gigantesca barra de chocolate.

Paseó la lengua por la raja del capullo, la dejó escapar de su mano para ver cómo se comportaba, mirando hipnotizado el movimiento lento pero grácil de esa pollaza salvaje al aire libre, volvió a cogerla fuerte, la paseó por su frente, su nariz, sus labios y sus mejillas esnifando el olor a macho y se la metió en la boca hasta casi hacerla traspasar su garganta. Auténtico fan de lo que algunos hombres guardaban en su entrepierna.

Carlos se incorporó para echar un salivazo sobre su polla. La dejó descansando recta sobre su vientre para que Yoshi la recogiera de nuevo, se la pusiera recta y comenzase a dar cabezazos tragando rabo. Un ratito chupando y volvió a incorporarse para lanzar otro escupitajo, pero esta vez directo a su boca, mientras esa pedazo de polla inmensa descansaba cubriendo la mitad de la longitud de su torso, cada vez más dura y grande.

Por su trabajo, había visto muchas, demasiadas pollas, algunas triplicando e incluso cuadriplicando su tamaño en reposo, pero aquella estaba adquiriendo unas dimensiones desproporcionadas. No entendió el mensaje cuando el brasileño dobló las rodillas, separó las piernas, le agarró la parte posterior de la cabeza y se la forzó para que le lamiera los huevos y la entrada del culo. ¿Querría que se lo follase?

No, no era eso. Se pegó un fiestote magreando la cara por ese pedazo de culo y rebozándola por toda la polla y todo siguió su curso natural. Yoshi acabó de rodillas mamando y Carlos se inclinó para empezar a abrirle el culo con sus grandes y masculinos dedacos. Ninguno le había tratado antes tan bien, dándole besitos, pero cuando le hacía eso y veía de reojo el rabo enorme colgando entre sus piernas, cilimbreando, le entraba un hambre imperiosa.

Tenía unas tragaderas demasiado estrechas para esa polla tan gigante, pero se descubrió a sí mismo como un auténtico cerdo come pollas, ahogándose de rabo y aguantando por unos segundos la respiración con tal de meterse todo ese jugoso rabaco dentro de la boca. Después de conseguirlo unas cuantas veces, Carlos le puso la cabeza al borde de la camilla y se la metió hasta el fondo, dejándose sin respiración incluso por la nariz, donde le había plantado el par de cojones.

Se puso a cuatro patas sin pensarlo, con el culo más abierto que nunca ante ese portento de hombre. Gimió como una puta cuando se la enchufó a pelo por detrás. Se sentía poseído, clavado por una estaca, se volvía loco cuando el rabo se escapaba de su agujero y el cipote acariciaba la parte baja de sus huevos, la más sensible, los laterales de su ojete, antes de volver a entrar y partirle en dos.

Ese macho estaba haciendo con su culo lo que le daba la gana. Se subió a la camilla con él, encajó el trasero entre sus piernas y zumbó de lo lindo. Yoshi estaba tan hecho a su diámetro, que cuando se la sacaba, el agujerito se dilataba por instinto, esperando la tranca gorda.

Su postura favorita, sólo mdestinada a los más pollones y que ese merecía más que ninguno. Se sentó encima de las piernas de su cliente y sintió toda la potencia de la barra penetrándole desde abajo y los huevos volando, cacheándole la raja del culete. Yoshi no era bueno sólo con el masaje de manos, también con el culo daba unos soberanos pajotes saltando encima y sintió que tenía que saltar muy alto y dejarse caer fuerte mientras miraba a ese macho tan rudo cara a cara.

Tras zumbarle por detrás como un animal en celo, Carlos tumbó al masajista sobre la camilla y se la metió suave para que se cascara una pajilla en su honor. Después de eso volvió a meterla de cabo a rabo, desde el capullo hasta las pelotas y Yoshi estaba dispuesto a que ese hombre se corriese donde él quisiera. No sabía si ya le había preñado y el semen se estaba escapando por el agujero, porque el chapoteo de los cojones impactando sobre su culo era tan sonoro como las pisadas de las herraduras de los caballos en el suelo.

Sí, era el sonido previo a la locura final. Lo vio en su rostro. Se estaba corriendo dentro de él. Paró de dar culeadas. El considerable bombeo de la polla escupiendo leche dentro de su ojal era evidente. Sacó su polla gorda cubierta de leche y Yoshi sintió que de su lindo agujero escapaba un abundante manantial de semen de macho. Se quedó un ratito con las piernas abiertas y el culo al fresco.

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