Fucker Mate | Carlos Leao se corre dentro del dilatado culazo de Jonathan Forrest

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Se le había desvelado el sueño a Jonathan Forrest, que sin saber qué hacer ya que estaba despierto una mañana de sábado en la que no tenía nada que hacer, se puso a hacer zapping sin sentido frente al televisor, sentado en el sofá casi completamente desnudo, sólo con los calzones blancos puestos en los que se dibujaba la forma de su gordo rabo calzando hacia la izquierda, una trempera que no se le bajaba ni después de haber echado una meada.

Cuando ya estaba aburrido de las noticias en la tele, algo más alegre se cruzó en su ángulo de visión. Era su colega brasileño Carlos Leao haciendo alarde de lo larga y grande que la tienen los de su tierra. Y no es que necesitara dejar claro que la tenía grande, es que realmente lo era. Al principio creyó que era una gracieta de las suyas, no era la primera vez que se ponía a pasear por la casa en pelotas, pero cuando se sentó a su lado, se la cogió pajeándosela un poquito y le dijo si quería chupársela, pues Jona no dijo que no.

Le bastaron unas caricias en el cuello y un par de besitos para ponerse tontorrón y tirarse como un perro a la salchicha gigante pegándose el atracón. Joder con su colega, sí que tenía ganas, que con un par de bandazos ya la tenía enorme. Le encantó sentir ese pedazo de pollón llenándole la boca y dejándole sin habla. Todavía estaba blandito, pero estaba bien gordo como para ocupar su boca de lado a lado.

Ya de por sí estaba rico el jodido rabo, pero sentir la mano calentita de Carlos detrás de su cuello, le hizo comer con más ganas. Muy pronto el rabo blandito se convirtió en un puto hacha de gladiador y eso hizo que no pudiera tragarla entera como le hubiera gustado. La polla había crecido entre sus labios que daba gusto y por si acaso él ya estaba abriendo el culo para lo que le esperaba.

No le gustaba hacer eso a los tios porque más de uno al hacerlo se había vuelto a poner los pantalones y había salido corriendo, pero con su colega lo intentó, además de porque era la única manera de tragar cada vez un poco más. Le hincó el diente sobre la piel dura fijando un punto de agarre, adelantó los labios y arrastró la boca con el pollón dentro un par de centímetros. Y todavía le quedaban muchos más por tragar.

Carlos se fue a la retaguardia y Jonathan pensó que se dedicaría a abrirle un poco el ojete, o al menos que escucharía el rasguido del plástico de un condón y tras una breve pausa mientras se lo colocaba, ya estaría gozando de aquellla bestia, pero ni una cosa ni la otra, el muy cabrón imprimió fuerza a la polla con la cadera y le coló todo el cipote a pelo por el culo una y otra vez. La verdad es que era la primera vez que le hacían eso y se sorprendió de tener el agujero tan abierto para semejante tamaño de polla, pero así era.

Se encontraba super a gusto con ese rabo calzado en su trasero como un guante. Aguantó las embestidas tragando el rabo enterito, pero le demostró que él también tenía ganas de juerga, meneando el trasero hacia adelante y atrás auto tragando polla. La felicidad que sintió cuando se sentó sobre sus piernas fue la hostia. De repente por el cuerpo le cruzó un escalofrío extraño que casi le hace correrse sin tocarse el nabo. Se controló un poco, pero siguió saltando muy alto para notar el mega pollón ensartándose dentro de él como una barrena.

Estaba perdiendo el sentido, empezó a sudar y cerró los ojos dejándose llevar. Cuando los abrió y quiso darse cuenta, estaba siendo follado en volandas, agarrado por esos brazos fuertes que lo elevaban y lo dejaban caer haciendo que se empalase en la polla de nuevo. Se agarró a su cuello como un koala a su árbol, gimiendo como un loco y deseando que su culo no se cerrase nunca. A ver ahora cómo dejaba la envidia y los celos a un lado cuando viese a alguna nena senatada sobre sus piernas, sería imposible.

Esos mismos brazos fuertes le condujeron al sofá, manteniéndole abierto de piernas y con el culo relleno como un pavo. Se lo folló con más ganas si cabe y pudo notar el contacto de sus huevazos calenticos cacheándole el culo. De nuevo lo cogió de pie en volandas y le pegó otro viaje al infinito del placer. Jona no pudo más y se dejó caer, mirando frente a frente a esa bicha enorme que le salía por el culo, gigantesca y lubricada de forma natural. No comprendía cómo algo tan grande podía haberle entrado a la primera, pero ahora no estaba para responder a esa pregunta, el caso es que tenía que tener un considerable agujero abierto ahí abajo que necesitaba otra vez su dósis de rabo.

De haberse visto el boquete que le había abierto con la pedazo polla, hubiera flipado, un agujero negro y de gran diámetro delicioso para hacer perrerías. Un agujero del mismo tamaño que el cipotón de Carlos, que se acopló el culo entre los muslos y se lo empezó a taladrar un poco más a fondo.

Jonathan se volvió a sentar sobre sus piernas y mientras cabalgaba, de vez en cuando miraba hacia atrás para ver la cara de su colega. Aquello estaba siendo flipante y esperaba con todas sus ganas que no fuera cosa de una mañana y no más simplemente porque estuviera necesitado y no tuviera un coño caliente donde meterla. Jona le iba a dar todas sus razones para que acudiera a su culo una y otra vez cada día.

Para empezar, una tia podía fingir un orgasmo, pero los tios no podíamos fingir. Jona le demostró lo mucho que le quería y lo bien que se lo estaba haciendo pegándose una corrida encima mientras se la estaba metiendo. Dejó que le recogiese todo el semen con la mano y le lubricase con él el culazo para volver a follárselo. Y para que viese hasta dónde era capaz de llegar por amor, le ofreció su culo para que se lo preñase, echando Carlos un primer lefazo encima de la raja de su trasero y el resto deslechándose en su interior.

Cuando Carlos le sacó la polla del ojete, todavía seguía escupiendo leche, pero su culo también, un reguero calentito que no podía ver pero sí sentir cómo acariciaba la base de sus cojones y se precipitaba hacia el suelo. Se negó a ducharse hasta pasado un buen rato. Mientras carlos iba a la ducha, él se quedó en el sofá sintiendo cómo se le mojaban los calzones por detrás, metiendo el dedito de vez en cuando para llevárselo mojado de semen a la boca. Desayuno brasileño de lo mejorcito.

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